Es así: el Cabernet Franc sumado al Malbec está marcando un nuevo rumbo en los íconos locales. Fuera de toda idea de suplantar, este aporte parece darle distinción a nuestro tinto emblema, marcando una tendencia clara en la alta gama.
A veces sucede que, cuando las cosas salen realmente bien, algo adentro nuestro nos impulsa a desconfiar un poco. Con el Malbec puede que nos pase algo de esto. Desde el instante en el que comenzó a llenar las copas del mundo, puertas adentro nos atemorizamos con la idea de que esa “luna de miel” con el Malbec desapareciese de la noche a la mañana.
Así se proponen sucesores por doquier, alzándose voces a uno y otro lado con nombre de uvas que podrían perfectamente tomar el lugar del querido Malbec. Se habló del Tempranillo, del Bonarda e, incluso, se buscó que el Torrontés fuese the next big thing en el mundo de los blancos.
El juego silencioso
Mientras tanto, entre viñedos el Cabernet Franc hacía su juego silenciosamente. El primer y verdadero Cabernet, el mismo que dio vida al Cabernet Sauvignon cuando se articuló con el Sauvignon Blanc. También algo de esto sucede hoy con el Petit Verdot y, curiosamente, una grandísima parte de las etiquetas icónicas de la Argentina tienen una partecita de alguna de estas variedades.
Dejen que me explico: el Malbec sigue siendo la estrella de los viñedos argentinos. Lo es y, estoy seguro, lo seguirá siendo eternamente. Pero muchas nuevas etiquetas locales lo asocian con el Cabernet Franc. El cambio es paulatino, pero resulta evidente y es cada vez más una constante entre las principales bodegas exportadoras del país.
“El Cabernet Franc es un varietal que lo colocamos por encima de la calidad media de otras variedades, exaltando su buen color e intensidad que lo hacen un vino armónico, picante, de taninos dulces y elegantes”, cuenta Jorge Riccitelli, enólogo de Bodega Norton y cuyo vino ícono, Gernot Langes, hace honor a este artículo. “Es la pareja ideal porque combinan los taninos dulces del Malbec con los notorios del Cabernet Franc… y estoy seguro de que esos taninos ayudarán en la futura guarda”, remata. Como comenta Jorge, el Franc le regala un barniz distinto, fundamentalmente en nariz. A los clásicos aromas a ciruelas y violetas de la cepa emblema argentino, el Franc la vuelve exótica, como animal. Le da rasgos más desprolijos, más rústicos y, a la vez, ayuda a la longevidad gracias a una buena dosis de taninos ásperos que, con el correr de los años, se suavizan para darle más complejidad.
El Cabernet Franc en Argentina
Hoy, en Argentina hay registradas cerca de 700 hectáreas de Cabernet Franc, lo que la convierte en la doceava uva en importancia. Es solo cuestión de esperar a ver qué sucede en estos próximos años, pero entre las hileras de viñedos de Argentina cada día resuena más fuerte esta idea de que Malbec y Cabernet Franc será la dupla que hará historia en la industria mundial del vino.
La primera piedra ya la tiraron, ahora habrá que esperar que las fincas hagan lo suyo.
¿Buscando blends de Malbec y Cabernet Franc?
Algunas de mis recomendaciones son el Iscay de Trapiche, el Gernot Langes de Norton, el Demente de Passionate Wine y el Imperfecto de Daniel Pi (y su proyecto personal Tres14).