Malbec, el gran vino argentino

Malbec. Todo lo que debés saber

Pocos otros vinos internacionalmente más codiciados que el Malbec. En esta nota nos metemos en sus profundidades, hablando de maridajes, historia, qué esperar de la uva y cuáles son las etiquetas que te recomiendo.

El Malbec es una uva, comencemos por ahí. Es una variedad de uva originaria de Francia (más precisamente en Cahors, en el sudoeste del país), pero cuyos resultados en Argentina la posicionaron como un ícono latinoamericano. Hoy se la considera como uno de los cepajes más codiciados a nivel mundial, habiendo plantaciones de viñedos también en Uruguay, Chile, España, Nueva Zelanda, Australia, los Estados Unidos, Italia y más.

Es uno de los componentes aceptados en la famosa región de Burdeos, al suroeste de Francia, pero la realidad es que es Argentina el país que le ha dado un renombre internacional y que, en las últimas décadas, funcionó como artífice de su reconocimiento mundial… incluso creándole el Malbec World Day, una celebración gigantesca en su honor.

A partir de ella se elabora un abanico enorme de estilos: desde Malbec blancos, vinificados sin sus pieles, hasta rosados, dulces, vinos con burbujas y, claro, los tintos que solemos ver más comúnmente en la góndola.

 

La uva

Desde el punto de vista ampelográfico (que es la ciencia que estudia a la vid), la planta se caracteriza por su hoja poco plegada, de tamaño mediano y con dientes agudos y agresivos. Su racimo es también mediano, con granos oscuros bien redondeados y de color negro azulado.

Su piel es de un grosor mediano, pero es cierto que de acuerdo a la zona de la que provenga la uva, ésta puede variar dramáticamente. Por ejemplo, en Cahors se la solía distinguir por los intensos colores que le imprimía al vino (de allí el famoso mote de «los vinos negros de Cahors»), así como en zonas de altura o calurosas de Argentina, como Salta, Tucumán, Jujuy o Catamarca.

Internacionalmente ha recibido una infinita cantidad de sinónimos, dentro de los que se destacan Auxerrois, Cahors, Côt, Cot, Malbek (y su variante Malbeck), Medoc Noir y Périgord, entre otras.

 

El vino

Yo suelo decir que una de las grandes características que ha hecho grande al Malbec fue su condición de «comodín». Comparativamente con otros casos de uvas emblemáticas (como sucede con el Carménère chileno, el Zinfandel norteamericano o el Pinotage sudafricano, por citar tres casos), el Malbec tiende a ser un vino de enorme flexibilidad, súper interesante para llevar a la mesa.

Sus taninos tienden a ser amables, nada secantes, y el carácter frutal de la variedad lo hace fácil de beber, accesible, sin rasgos vegetales o boca rugosa. Claro que, como siempre, estas características terminan estando definidas por la región de la que provenga y el estilo enológico que se le quiera imprimir… pero como regla general, nos sirve.

Respecto a sus aromas, una vez más el Malbec muestra una gran diversidad, adaptándose a las diferentes condiciones de climas y suelos y modificando su nariz de acuerdo a estas cuestiones. Pero, en general, tiene dos notas aromáticas súper distintivas: las flores de violetas y la ciruela (que varía en notas de la fruta fresca en zonas frescas y en compota en regiones calurosas); a su vez, tiende a desarrollar notas de moras, higos y especias y, cuando está acompañada de la crianza en barricas de roble, aparecen perfumes de tabaco, anís y vainilla.

 

¿Cuál es la diferencia entre Malbec y Cabernet?

Ésta es una de las preguntas clave. Más allá de la región de la que procedan, y del perfil que le imprime cada enólogo, podríamos esperar en el Malbec un vino más suave en boca y con aromas frutados, frente al Cabernet Sauvignon que tiende a ser más intenso y rugoso en el paladar, y su nariz recuerda a especias y pimiento. Además, el color… ésta es una de las claves que distingue al Malbec: su color violeta rabioso.

Un dato más: muchas veces se la compara a la Malbec con la Merlot, por sus características similares en cuanto a los vinos que producen.

 

Maridajes con Malbec

Debido a la estructura intensa del Malbec cuando es vinificado en tinto, es el compañero ideal para platos con carne roja como cordero, chivo o, claro, un clásico asado argentino. Es que, si de maridajes regionales hablamos, además de las brasas gauchas, otros platos como el locro, las milanesas a la napolitana o las empanadas de carne son grandes aliados del Malbec.

Finalmente, si el vino proviene de una zona alta y/o naturalmente fresca, su acidez combina de maravillas con platos vegetarianos a base de zapallos asados, cebollas caramelizadas o verduras grilladas.

 

Servicio, temperatura y copas

Un tema importante es entender cómo sacar el mayor provecho posible del Malbec. En su versión tinta tradicional (porque si empezamos a hilar fino entre versiones blancas, de cosecha tardía, espumosas, rosadas y demás podríamos volvernos locos) lo ideal es elegir una copa de tamaño intermedio, de entre unos 350 y 400 centímetros cúbicos de capacidad, siempre llenándola un poco por debajo del ecuador, es decir, la parte más ancha del cáliz.

Su temperatura de servicio ideal ronda entre los 14 y los 17 grados, dependiendo de la añada, el perfil y su complejidad… pero acá nos sirve ese #MeLoDijoBraga que reza que, cuanto más simple el vino, más lo podemos refrescar. Manejándonos en ese rango de temperaturas, vamos a andar genial. Ante la duda, 30 minutos antes de heladera y listo, que el vino se sienta fresco al paladar.

 

¿Es necesario decantar al Malbec?

Ésa es una buena pregunta, aunque sabés que yo soy bastante enemigo del decantador por varios motivos que te cuento acá. La realidad es que si el vino no presenta sedimentos, no es necesario recurrir al trasvasado y mi sugerencia es que lo disfrutes a una buena temperatura y en una linda copa… así nos aseguramos de ir disfrutándolo a medida que se abre y despliega todos sus aromas.

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