Tremendamente alborotado. Este 2014 fue agitado como nunca en materia de espumosos argentinos. Una categoría que se ensancha, que ya no se la piensa solo para las Nochebuenas y que, justo en ese momento en donde todo consumo cae, las burbujas llegan al rescate.
Blancos, rosados, nature, brut, en la alta gama y también en los de combate: los espumosos surfean mares de gloria.
Probablemente el decano de los highlights de este año fue el aterrizaje de etiquetas insolentes en donde el Chardonnay y el Pinot, clásicos miembros del Champagne de manual, no tienen cabida. Doña Paula tiró la primera piedra con el Sauvage, un Sauvignon de acidez histérica que cala hondo en las encías, para después tomarle la posta la salteña Amalaya y un blend de Riesling y Torrontés con claro protagonismo de la primera. El batacazo final lo dio Colonia Las Liebres unos meses atrás: la casa, famosa por sus Bonarda, creó con ella un champenoise floral, ahumado y tan sofisticado que hace valer cada peso.
En esa misma línea, la alta gama encontró un nuevo espacio cuando Rosell Boher presentó el Grand Cuvee Edición Limitada para celebrar su cumpleaños número 15. Un vintage 2008 compuesto por 90% de Pinot Noir y 10% de Chardonnay, 70 meses sobre borras y únicamente 3.800 codiciadas botellas.
Pero hubo más. A lo largo del año se solidificó la tendencia de las burbujas dentro de la coctelera, de los espumosos dulces y de baja graduación y esa nueva regla que no solo libera de pecados a quien le agregue unos cuantos cubos de hielo sino que lo hace todavía más chic.
ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA REVISTA CUISINE& VINS