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Los vinos más caros del mundo

¿Pagarías un millón de dólares por menos de un litro de vino? Tarde, alguien ya lo hizo. Acá, un recorrido por las anécdotas que dejaron grabadas en la historia los vinos más caros del mundo.

Una mañana no tan cálida de septiembre en la Borgoña francesa. Frente a mí, los viñedos de Domaine de la Romanée Conti, la bodega que elabora orgullosamente uno de los vinos más caros del planeta. Recién me recibía de mi carrera de sommelier y quizás lo que más me había llamado la atención del desembarco en estas tierras es que cada viñedo estaba uno pegado al otro. Incluso a unos pocos metros de distancia. Sin embargo, y a pesar de esa mínima diferencia, el Romanée Conti costaba más de tres veces el precio de su vecino inmediato, y se había transformado en un ícono entre los vinos más caros del mundo.

¿Qué es lo que lo hace valer lo que vale? ¿Es el viñedo, la marca, su historia? ¿Cómo es que se alcanzan cifras astronómicas y, en ese caso, la botella más costosa es siempre la mejor? Bueno, digamos que hay una suerte de cruzada mundial en búsqueda del título por “el vino más caro del mundo”.

 

La lista de los vinos más caros del mundo

Algunos años atrás, la revista Forbes armó un listado con un top ten histórico que recorría, de acuerdo a datos de casas de subastas, expertos y coleccionistas, las etiquetas por las cuales se habían llegado a pagar mayores precios en el mundo. Aquel conteo ponía en la cima una botella tamaño imperial (seis litros) del Screaming Eagle Cabernet Sauvignon 1992 por el que se pagó medio millón de dólares en una subasta en el año 2000; técnicamente fue el precio más alto jamás pagado por una sola botella, aunque fue con fines benéficos.

Haciendo a un lado esa situación puntual, el caso más resonante internacionalmente ocurrió en 1989, cuando una botella de Château Margaux 1787 de la colección personal del tercer presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson fue valuada en el astronómico precio de 500 mil dólares por su dueño, un merchant de vino de New York llamado William Sokolin. El alto precio pudo haber sido un truco publicitario, pero lo cierto es que la leyenda cuenta que cuando Sokolin llevó el vino a una cena en el Hotel Four Seasons de la gran manzana, el camarero sin querer la dejó caer al piso, destrozándose completamente al instante. La aseguradora le pagó unos módicos 225 mil dólares.

¿Pero entonces cuál fue el vino por el que realmente alguien pagó mucho solo por el placer de tenerlo consigo (y beberlo, suponemos)? Durante años fue un Château Lafite Rothschild 1787 que, en teoría, también había sido parte de la colección privada de Thomas Jefferson… un amante de los buenos vinos, a estas alturas. Aquella subasta en Christie’s trepó hasta las 105 mil libras esterlinas (lo que, en su momento, representó casi unos 160 mil dólares). La botella tenía grabadas las iniciales “TJ” en su vidrio, aunque su autenticidad siempre fue un tema de especulación entre los expertos.

 

Uno en un millón

Hoy, se dice que el vino más caro del mundo es un Pétrus añada 2000, criado en el espacio exterior durante poco más de un año. La botella se vende junto a otra que no fue al espacio (claro, la idea es que se haga esa comparación entre una y otra) e, incluso, tiene un sacacorchos elaborado a base de un meteorito. Un millón de dólares es el valor del pack, por si se lo preguntaban.

Pero… al fin y al cabo, ¿cuánto realmente importa eso? Si, en estos casos, el precio pareciera ser solo un condimento que vuelve interesante la anécdota. Solo esperemos que esta vez el comprador tenga más suerte que el desdichado Sokolin y Château Margaux nadando por el piso.

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