Perú es un mercado enfocado en las etiquetas extranjeras, pero más allá de las uvas para darle vida a sus piscos, cada vez más se empiezan a ver vinos con el sello local. Acá te lo cuento todo.
Así como sucedió en Argentina, en México e incluso en Chile, en los países sudamericanos la vid se fue extendiendo a medida que los conquistadores españoles arribaban. Sí había misa, debía haber vino. Desde los años 1550, entonces, Perú vio germinar aquella industria de los vinos en la que los números son hoy difíciles de dividir: mucha de la superficie se destina a la elaboración del Pisco (recuerden que este aguardiente se produce básicamente a partir de la destilación de uvas).
Cuando nos remontamos en la historia, hay un punto de inflexión: la reforma agraria, comenzada en 1969 durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado. Esa situación derivó en la destrucción parcial de la industria del vino peruano… echando atrás muchos de los avances tecnológicos que en aquellos tiempos se habían logrado.
Actualmente Perú busca reimpulsarse gracias a la inversión en zonas como Lima, Arequipa, Moquegua, La Libertad e Ica (esta última la más importante). Si bien la tendencia es incipiente, bodegas como Viñas Queirolo (y su marca Intipalka), Ocucaje, Tabernero (con interesantes espumosos), Tacama y Vista Alegre están haciendo un gran trabajo.
Con aproximadamente 13.000 hectáreas de viñedos, Perú elabora más de 60 millones de litros al año que son se venden en el mercado interno y de exportación, con Estados Unidos como principal importador. De aquellas 13.000 hectáreas, aún hay una enorme porción dedicada a uvas de mesa y, también hay que decirlo, entre los vinos llevan la delantera los estilos dulces elaborados con Isabella (una especie de vitis labrusca, poco atractiva en materia de etiquetas de calidad).
Un comentario
Por favor los Vinos de Casacas, difundan más información