Más allá del Malbec y el Torrontés, hay otros cepajes que están dando de qué hablar. Bonarda, Syrah y Pinot Noir son algunas de las variedades que, lentamente, comienzan a copar la oferta argentina.
Argentina tiene una rareza que sólo se repite en un pequeño puñado de naciones alrededor del mundo: gracias a las largas extensiones dedicadas a la vitivinicultura, en nuestro país tenemos la posibilidad de cultivar un importante número de variedades, y que muchas de ellas den resultados sorprendentes.
Aún cuando hoy seamos reconocidos por la calidad del Malbec y sintamos orgullo por el creciente potencial del Torrontés, existen algunas otras variedades que han encontrado en la Argentina las condiciones ideales para poder expresar su tipicidad y crear distintos perfiles de vinos que lentamente están consolidando el mercado nacional.
De taninos, concentración y altura // A 1.700 msnm se ubican algunos de los viñedos más altos del mundo. Precisamente en Cafayate, en donde la Torrontés encuentra su máxima expresión varietal, existe otra cepa que últimamente ha dado de qué hablar: la Tannat. Esta variedad, originaria de Maridan, en el suroeste de Francia, y reconocida por sus resultados en Uruguay, encontró en la amplitud térmica y la alta insolación de los viñedos salteños un terruño ideal en el que desarrollarse.
El espíritu español, en tierras mendocinas // Tempranillo es la variedad española de mayor calidad, cultivada ampliamente en Rioja, y país en el que posee múltiples denominaciones. En Mendoza últimamente ha dado excelentes resultados, posicionándola, incluso, como un componente infaltable de algunos tintos de alta gama elaborados como blends o en forma varietal.
Bonarda: de la cantidad a la calidad // La Bonarda es la segunda variedad tinta más difundida del país: su superficie es todavía mayor a aquella dedicada a Cabernet Sauvignon, Merlot o Syrah. El punto es que, históricamente, la Bonarda ha estado relegada a vinos que se enfocaban más en producir grandes volúmenes que en destacar la calidad y su capacidad para producir grandes ejemplares. Lentamente, algunas bodegas mendocinas han detectado la aptitud de esta variedad, por lo que en el último tiempo han comenzado a trabajar desde el viñedo hasta la elaboración para crear vinos en base a Bonarda que logren estar a un nivel competitivo mundial.
La elegancia del Pinot patagónico // En la región de San Patricio del Chañar y en todo el Valle del Río Negro, esta cepa de ciclo corto, baja producción y difícil de cultivar se ha adaptado excelentemente bien a los climas fríos del Norte patagónico, ya que logran conservar sus aromas y acidez intactos. A la Pinot Noir se la conoce como una de las cepas más elegantes, a partir de aspectos organolépticos muy refinados propios de la variedad y sus escasos componentes tánicos. Esto quiere decir que, por ser una uva de baja pigmentación, los vinos elaborados con ella presentan tonos rojos de mediana a baja intensidad; en nariz ostenta aromas a frutillas y cerezas frescas, ciruelas maduras y toques de especias y vainilla.
Merlot: una vedette en potencia // La Merlot es la estrella de vinos clave en la historia vinícola del mundo en las regiones francesas de Saint-Émilion y Pomerol, como el Château Petrus. Sin embargo, más allá de aquellos terruños, algunas botellas mendocinas y, fundamentalmente, patagónicas (en Neuquén y Río Negro) presentan características exquisitas, de gran elegancia y cualidades envidiables.