Hablamos con el reconocido periodista sobre un mundo de placeres. Los invito a descubrir el perfil mejor guardado de una persona que dice tener una vida poco suntuaria, pero que sabe disimularlo muy bien.
Aunque esta nota tenía como objetivo meternos de lleno en solo un lujo que el entrevistado se permitiese, hoy voy a tomarme la osada licencia de renombrarla. Hoy, no vamos a hablar de un único lujo porque Mario Mactas, reconocido periodista y escritor de la radio y la televisión argentina, tiene muchos para contarnos.
Acá los invito a descubrir el perfil mejor guardado de una persona que dice tener una vida poco suntuaria… pero que sabe disimularlo muy bien.
Mario, si nos tuviese que contar sobre algún lujo que le guste darse ¿De cuál nos hablaría? Por empezar, yo no tengo una vida suntuaria; por ejemplo, no tengo auto y el que tenía se lo di a mi mujer para que se comprara un modelo nuevo poniéndolo como parte del precio. Creo que los tres caballos que tengo en el Uruguay son más un placer o una cuestión de compañía a lo largo de la vida que un lujo propiamente dicho. Tengo varios relojes bonitos y también buenas lapiceras. Son objetos que sí me parecen placenteros y un poco suntuarios. Existe también otra manera de entender al lujo: puede ser un capricho, un gusto. Creo que la compañía de mujeres guapas me ha sido ofrecida en la vida… y yo la he aceptado. Ese es un lujo mayor porque también es el mayor misterio; no es que uno sea un mujeriego, pero cada mujer “nueva” es un mundo nuevo también completamente distinto al mundo masculino. Y eso es muy embriagante. No me gusta viajar, aunque me gusta vivir en otros lados; el viaje es un trámite desagradable: los preparativos, el trasportarse; todo eso me torna aborrecible el viaje. Pero una vez que he viajado me gusta estar en otra parte y ser extranjero me cae bien. Esa es una de las cosas que sí me gustan y que puedo juzgar como un lujo.
¿Qué lugares has visitado? Bueno, en España viví casi 11 años; un periodo largo sin volver nunca aquí. E hice base allí para moverme por todos lados: he estado en Europa Occidental y Central. Conozco bastante América Latina también. El punto es que cuando trabajaba en el periodismo gráfico viajaba mucho, particularmente en la época fundacional de Gente; era uno de los recursos que tenía esta revista para imponerse. Tenía una política de enviados especiales constantemente a todos lados: desde la muerte de Louis Armstrong hasta la entrega del Premio Nobel a Leloir.
¿Recuerda algún país que lo haya sorprendido? Mi país es España; es el país que más me gusta y más quiero en el mundo. Más todavía que la Argentina porque Argentina es como un deber, es como si fuera tu mujer y España es como si fuera tu amante; es todo placer. Y además me siento bien, desde que llegué por primera vez, mucho antes de irme a vivir, fue un flechazo inmediato y me di cuenta de que era mi lugar.
¿Y dentro de todos estos lujos cómo se inserta el vino en su vida? Yo tengo más de 60 años; los periodistas por ese entonces trabajábamos en las redacciones, donde se bebía muchísimo. Los grandes maestros, lo más respetados dentro de la tribu periodística eran todos, de una manera natural, necesaria y tradicional, borrachos. Igualmente no definiría al vino como un lujo, sino como una alegre compañía que suscita y promueve la conversación. Desinhibe, acompaña adecuadamente las comidas aunque se puede beber solo también. Aunque creo que es un gusto un poco forzado y cultural. Creo que el vino no es rico en sí mismo ¡Yo sé que es blasfemo decir esto acá! Pero creo que solamente algunos vinos, como los dulces, están más próximos a la condición de “ricos”, aunque no los consumo.