Es sacarse los preconceptos de encima, claro, pero frente a las ‘cervezas de sesión’ que se beben de a litros, hay otros estilos extremos que abren el panorama. Ni para todos los días ni para todo el día, pero hay días en los que el día puede ser mucho mejor tras una de éstas.
Escribe Marcelo Braga, propietario de Nuevo Origen Microcervecería
¿Qué esperamos de una cerveza? ¿Cuál es el motivo por el que disfrutamos tanto de ella? Estas dos preguntas, quizás con un leve tono filosófico, tienen mil respuestas que seguramente terminarían en un ‘depende’. Depende del momento. Depende de la compañía. Del estado de ánimo también. Sin embargo, me gustaría poner sobre la mesa dos movidas que van en crecimiento y que a la vez son diametralmente opuestas: cervezas de sesión versus cervezas potentes.
Las cervezas de sesión las podríamos definir como ésas de las que podemos tomar varias pintas disfrutando de una charla sin desvanecernos. De bajo contenido alcohólico (entre 3% y 4,5%), simples de tomar, bien balanceadas y con una complejidad interesante para su fortaleza alcohólica. Entre las cervezas de sesión diríamos que Inglaterra marcha a la cabeza con sus deliciosas bitters, pale ales y porters, y su crecimiento afortunadamente no se debe necesariamente a buscar un producto más económico sino a ofrecer cervezas más saludables (si así podríamos definirlas) y de excelente calidad a la vez.
Las cervezas potentes son justamente lo opuesto. Su alto contenido alcohólico (o la preponderancia de algún ingrediente, como por ejemplo las extremadamente lupuladas versiones americanas de cualquier estilo) y, muchas veces, el desbalance que esto genera, hacen de estas cervezas una experiencia única, generando una catarata de sensaciones, impactantes desde el primer sorbo. En este link pueden leer una nota que hicimos hace ya varios años recomendando 3 etiquetas extremas de Argentina.
Ambos grupos tienen sus adeptos y sus detractores, claro, si justamente de esa cuestión personal se trata el gusto. Por el lado de las extremas, las IPA americanas serían un referente junto a las complejas cervezas belgas. Aunque hay fundamentalistas que opinan que algo de 2,5% de alcohol no puede llamarse cerveza y otros que, al ver una bebida con 80 IBUS (IBU es una unidad internacional de amargor; a mayor número, mayor el amargor), la considerarían más un jugo de lúpulo, ambas pueden coexistir.
Yo estoy convencido de que la cerveza tiene la capacidad de ser una bebida con tantas variantes que podemos encontrar siempre un momento ideal para disfrutarlas. Sentarse en la barra de un bar o un asado con amigos son situaciones ideales para las cervezas de sesión, pero una sobremesa o una noche en soledad invitan a jugarse y probar algo loco.
Afortunadamente, en la vida sobran buenos momentos. Y para cada uno de ellos, siempre hay una cerveza amiga que le combina a la perfección.