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Vinos de altura en Bolivia

Entre 1.600 y casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, los viñedos de Bolivia se han convertido en uno de los secretos mejor guardados de Sudamérica. Te cuento por qué sus vinos de altura están conquistando paladares y ganando reconocimiento internacional.

Cuando hablamos de vinos de altura en Sudamérica, solemos pensar en Mendoza, Salta o en el Valle de Elqui. Pero en los últimos años, Bolivia empezó a ocupar un lugar destacado en esta conversación. Allí, en paisajes que rozan los 3.000 metros de altitud, se cultivan uvas que dan origen a vinos con una identidad marcada: frescos, aromáticos, de taninos suaves y con un potencial enorme para posicionarse en el mercado global.

 

El terroir boliviano: un viñedo en las nubes

La región vitivinícola más importante del país está en el departamento de Tarija, al sur de Bolivia. En el Valle Central y en los históricos Valles de Cinti se concentran la mayoría de las plantaciones, que oscilan entre los 1.600 y 2.300 metros, aunque hay viñedos que alcanzan casi los 3.000 metros sobre el nivel del mar.

Este rango altitudinal marca la diferencia. Durante el día, el sol es intenso gracias a la fuerte radiación UV, lo que engrosa la piel de la uva y concentra color y aromas. Por la noche, las temperaturas caen drásticamente, ayudando a preservar la acidez natural y a lograr un balance difícil de alcanzar en climas más bajos. El resultado son vinos vibrantes, expresivos y con una frescura que sorprende.

 

Variedades, estilos y desafíos

Bolivia concentra unas 5.000 hectáreas de viñedos, la mayoría en Tarija, y aunque la escala no compite con gigantes como Argentina o Chile, su fortaleza está en la diferenciación.

Entre las variedades tintas destacan:

  • Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Tannat y Petit Verdot, que dan vinos con fruta madura, taninos suaves y color profundo.

En blancos aparecen:

  • Aromáticas como Moscatel de Alejandría —que además es la base del tradicional Singani, aguardiente nacional— y cepas internacionales que expresan perfiles frescos, cítricos y florales.

Los vinos bolivianos suelen mostrar alcoholes contenidos, un gran caudal aromático y texturas amables. En tintos, la maduración de la semilla es uniforme, lo que evita astringencias agresivas. En blancos, la frescura y la mineralidad son protagonistas.

Claro que la viticultura de altura también implica desafíos: rendimientos bajos, costos de manejo elevados, riesgos de heladas y una logística complicada. Aun así, el diferencial está en el carácter único que sólo estos viñedos pueden ofrecer.

 

El futuro de los vinos de altura en Bolivia

En 2016, Bolivia declaró al vino de altura y al Singani como patrimonio nacional, un paso simbólico que refuerza la importancia cultural y económica del sector. Hoy, varias bodegas bolivianas ya acumulan premios internacionales y están abriendo caminos de exportación, apostando a un nicho de consumidores que valoran autenticidad y origen.

Los vinos de altura bolivianos no son una rareza exótica: son el reflejo de un país que, entre montañas y valles, está forjando un estilo propio. Y aunque el mercado todavía es pequeño, todo indica que en los próximos años vamos a escuchar cada vez más sobre Tarija, los Valles de Cinti y sus vinos nacidos en las alturas.

Para leer más sobre los vinos de Bolivia visita esta nota.

 

Para conocer más sobre vinos de cordillera escucha este episodio del podcast.

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Mariano Braga

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