Un espacio en MarianoBraga.com en el que destacadas personalidades de la gastronomía, la enología y la cultura en Argentina y el mundo nos cuentan sobre ese vino que les dejó una huella. Esta vez, Antonio Morescalchi.
Antonio Morescalchi es Vicepresidente de Altos Las Hormigas
Corría el año 1984 y en Toscana el invierno estaba tan duro que quemaba los olivos. Yo tenía diecisiete y, con mi primera novia “importante” quise ser caballero y la invité a cenar en un lindo restaurante, de mantel blanco, financiado por mi hermana nueve años mayor.
Hasta ese entonces yo consideraba al vino como una bebida de “ancianos”, o sea, de gente mayor que yo. Una bebida que no entendía en lo más absoluto, a pesar de haberme criado en una casa en donde se producían tintos y Vin Santo.
Esa noche, al momento de tener que pedir las bebidas, me dejé guiar por el dueño, Giovanni, que nos atendía personalmente. El sabio nos miraba sonriente, y a mi pregunta contestó: “Prosecco Nino Franco”. Cierto: las burbujas siempre son adecuadas para el romance, y un Prosecco no requiere fuerte espalda financiera. Este era el caso de Nino Franco: un Prosecco muy rico y de los más finos de Italia. Tuvimos suerte mi novia y yo, y la cena estuvo inolvidable… por más de una razón, inclusive el buen humor que aquel lindo Prosecco nos regaló.
Muchos años después conocí personalmente a Primo Franco, quizás hijo o nieto de Nino, y patrón de la bodega que nunca voy a olvidar. La verdad es que no tomo seguido Prosecco Nino Franco, pero como dicen los franceses: “no existen grandes vinos, sino solo grandes botellas”. Y eso es cierto: ninguna otra botella de Nino Franco será jamás como aquella.
Es italiano, pero fundó una de las bodegas argentinas que más revolucionó el mercado internacional, Altos Las Hormigas. Acá, Antonio pinta de cuerpo entero una anécdota amorosa maravillosa que, lejos de cualquier casualidad, gira en torno a las burbujas. Los spumanti de Nino Franco son casi legendarios, pero siempre tienen el denominador común de la frescura que distingue a los Prosecco.
Quiero quedarme con su última frase. No existen grandes vinos, sino solo grandes botellas, y ese es el espíritu verdadero de UN VINO.