En el camino por mostrar las diferencias entre un vino y otro, el concepto de ‘single vineyard’ se ha propuesto como la vedette de las etiquetas top. Ésta es mi visión sobre los exclusivos vinos surgidos de un único pago.
“Hace algún tiempo, casi todos los vinos eran ‘single vineyard’, solo que no lo sabíamos”, me respondió entre risas Antonio Mas, enólogo indiscutidamente referente del país, cuando hablábamos del tema. Sucede que esta idea de elaborar un vino únicamente con uvas procedentes de un viñedo en particular se ha convertido hoy en el fetiche de las grandes bodegas nacionales.
El marketing (tengo una licenciatura en el tema, pero aún así me intimida un poco cuando se pone de pretexto al “marketing” como el responsable de todos los males) tuvo la idea (vean cómo no le agrego adjetivos) de ponerle un nombre. Así fue cómo Achával Ferrer, bodega pionera en este concepto, explotó su línea top de vinos con tres etiquetas a base de Malbec en donde lo único que varía es la uva, y la elaboración sigue procesos similares en todos ellos; Finca Mirador, Finca Altamira y Finca Bella Vista abrieron el camino.
Hoy también lo hace Catena Zapata (con los Adrianna y Nicasia Vineyard), Trapiche (con su línea Single Vineyard que cambia año a año, buscando las mejores uvas de sus productores de acuerdo a cómo se dieron en cada cosecha), Altos Las Hormigas (con su nuevo vino Vista Flores Single Vineyard), y así podría seguir con varios otros casos.
Los precios de estos vinos argentinos (todos, sin excepción) son bien abultados; hablamos desde los 200 pesos argentinos en adelante, con lo cual no resultan accesibles a todo el mundo. Pero la calidad tiene su precio, dicen, y acá parece cumplirse.
Ya sé que nadie me lo ha preguntado, pero quiero darles mi opinión al respecto. Hoy se habla muchísimo de la necesidad de ampliar el panorama del vino argentino. De empezar a mostrar distintas facetas, nuevas variedades, regiones antes desconocidas. Y también vinos íconos, de esos que dejan entrever que la Argentina, como país vitivinícola, no tiene mucho que envidiarle a sus pares.
Los single vineyard van en busca de eso. En busca de mostrar diferencias sutiles pero apreciadas y que, como tales, se deben pagar. Cualquier bodeguero probablemente esté de acuerdo conmigo en asegurar que el vino caro no está hecho para volverse millonarios (excepto contadas excepciones), pero sí es cierto que el vino caro sirve como vidriera.
Y los vinos argentinos necesita vidriera. Etiquetas caras respaldadas de su calidad para que en el extranjero nos tomen aún más en serio. Y también para el local, para que aquel que puede acceder a estas botellas encuentre novedades y vislumbre el futuro que tenemos por delante. Sí, aunque eso signifique gastar unos cuantos pesos.