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Mis 5 mejores vinos del año

El Desafío 2011 descorchó exactamente 2.011 etiquetas. Blancos, tintos, rosados, espumosos. Baratos, costosos, baratísimos y prohibitivos. De todos ellos armamos un ranking con los cinco más destacados del 2011.

Se cataron exactamente 2.011 etiquetas. Vinos de todas partes del mundo, desde un dólar hasta los 600, y de las características más variadas que puedan imaginarse. Una selección impresionante de botellas de las cuales decidí armar un ranking con aquellas cinco que, por un motivo u otro, han salido positivamente de la media.

La selección es abiertamente caprichosa. Son mis 5 elegidos por sus cualidades, relación calidad-precio y ese plus de sorpresa y deslumbramiento que solamente algunos vinos tienen la capacidad de transmitir. Saqué del TOP 5 a las etiquetas extranjeras porque El Desafío 2011 se concentró fundamentalmente en los vinos argentinos pero, del resto, participaron todos.

En total sumamos 146.573 pesos de inversión (unos 36.643 dólares norteamericanos). Un precio promedio de 73 pesos (o 18 dólares) y exactamente 2.011 momentos maravillosos. Va una batería de números: 77 rosados, 1.280 tintos, 1.450 de Mendoza, 132 de San Juan, 9 de Córdoba, 56 de Italia y 17 de Chile. Y muuuuuuuchos otros números que son solamente anecdóticos.

Hubo algunos vinos interesantes, otros olvidables. Algunas sorpresas súper gratas y otras etiquetas con las que me llevé terribles decepciones. Pero de eso se trata también El Desafío 2011. Lo dije al principio, a fines de diciembre del año pasado cuando surgió esta idea: “no hay mejor manera de aprender sobre vinos que bebiéndolos” y esa es la conclusión que vuelvo a sacar.

Más allá de los grandes momentos y las anécdotas, El Desafío 2011 significó para mí un enorme aprendizaje. Un bagaje por la gigantesca diversidad de nuestros vinos, descubriendo regiones, bodegueros, enólogos, etiquetas. Muchas etiquetas, de hecho. Y de todas ellas surgió este ranking.

Acá están. Éstos son. Mis 5 mejores vinos del año.

 

PUESTO 1

Montesco Agua de Roca 2011

Piensen que fueron realmente muchos. Catar más de 2.000 vinos significa vivir más de 2.000 experiencias distintas. La tarea de elegir una única etiqueta para ocupar este puesto podría, por lo tanto, haber sido difícil… pero no quiero mentirles. Antes de armar el TOP 5, en mi cabeza ya había un primer puesto.

Porque hay algunas etiquetas que quedan dando vueltas en la cabeza mucho más que en el paladar. Son pocas, lo sé, pero que las hay, las hay. Y la medalla de oro en este conteo tiene nombre y apellido. No tiene una larga trayectoria como bodega, pero les puedo apostar que la va a escribir como pocas.

Es un proyecto personal, de esos que tanto caracterizaron a la industria del vino argentino en este 2011 que se va: enólogos prestigiosos que trabajan en afamadas bodegas deciden etiquetar sus propias botellas. Matías Michelini fue uno de ellos. Las intenciones se agolparon bajo el nombre Passionate Wine, y el puesto número uno quedó ahí, en la nariz salvaje y tropical de lo que es, a mi criterio, el mejor Sauvignon Blanc de mi país: Montesco Agua de Roca 2011. Un blanco revolucionario, con notas tropicales, a banana, pera, pasto húmedo, flores, piedras. Una delicia que llega desde Gualtallary, una zona en auge del Valle de Uco de la que todos hablan… y no en vano.

Quizás lo que más me gusta de Matías Michelini es que no tiene miedo al momento de proponer cosas distintas. Este año no solamente puso en el mercado etiquetas sinceramente diferentes (la línea “Inéditos” es una clara muestra de eso) sino que, además, en muchas de sus creaciones decide volver a las raíces. No le escapa a la tecnología, no, sino más bien busca no intervenir tanto con ella y proteger lo que la naturaleza regala. Este Sauvignon, por ejemplo, fue fermentado en un tanque de plástico de agua de 1.200 litros de capacidad, algo que puede sonar raro para muchos.

Pruébenlo, háganme caso. Fue la primera cosecha, con apenas 2.000 botellas que vieron la luz. Su precio ronda los 80 pesos argentinos (20 dólares)… quizás, la mejor inversión que puedan haber hecho en este año.

 

PUESTO 2

Lindaflor La Violeta Malbec 2007

Es un vino de excelencia, distintivo y singular. No siempre pasa eso cuando uno tiene la suerte de acceder a un gran vino. Hay ocasiones como éstas en donde aparece un factor extra que causa sensación, aunque a veces no sepa bien de qué se trata.

Si hay algo que tengo que agradecerle a mi trabajo (y también a El Desafío 2011, definitivamente), fue y es la posibilidad de acceder con relativa facilidad a etiquetas de renombre que, por una cuestión de costos o cantidades, no siempre son fáciles de disfrutar. En noviembre, cuando hicimos la degustación de VINAZOS, pusimos sobre el tapete 7 etiquetas de entre las mejores de Argentina. Vinos costosísimos pero que defendieron con uñas y dientes esos valores a fuerza de calidad. De esos 7, el puesto 2 nos dejó perplejo.

Se trata del Lindaflor La Violeta 2007, un Malbec procedente de Valle de Uco, Mendoza, y elaborado por Bodega Monteviejo bajo la mano de Marcelo Pelleriti, un maestro de la enología a quien tuve el placer de conocer personalmente hace algunos años en Francia, en donde también trabaja la mitad del año. Fue el vino número 1.699, catado en la semana 46…

Su precio ronda entre los 350 y los 400 pesos argentinos (algo así como 100 dólares), lo cual lo torna un tinto costoso para nuestro mercado. Nuevamente acá se nota que lo distintivo merece y justifica esos valores. Este Malbec tiene una mineralidad profunda que combina inteligentemente con notas florales y con la innegable presencia de madera. Piensen que fue microvinificado en barricas nuevas de roble francés (esto quiere decir que toda la vinificación se realiza dentro de estos toneles), por lo cual la madera domina, aunque no opaca la potencia de la fruta y el terruño.

Un gran vino. Un vinazo, como lo llamamos aquella vez. Un Malbec con carácter que tiene una actualidad maravillosa pero que, lo mejor, tiene un magnífico futuro por delante. ¿Quieren que les sea sincero? En verdad no sé bien qué será de este vino en unos años… pero no saben las ganas que tengo de estar ahí para probarlo.

 

PUESTO 3

A Lisa 2010

Es un gran vino, al cual también le tengo un afecto especial. La mano que lo elabora es la de Hans Vinding-Diers, ese enólogo danés que un día quiso marcar historia en la provincia de Rio Negro. Recuerdo haberlo conocido por primera vez hace ya algunos años, cuando llegué a Noemía de Patagonia, su bodega, con Flor, mi hermano y mi cuñada. No nos conocíamos, pero de casualidad llegué una mañana en la que se había dispuesto a descorchar una cata vertical fabulosa de toda su línea top. ¡Qué decirles! Si después de eso uno no siente un cariño especial por una persona, tiene un corazón de piedra (o es abstemio, lo que es casi casi peor).

En fin. Desde ahí empecé a descubrir todas y cada una de sus etiquetas, aquí y en el mundo (de hecho, cuando nos fuimos de luna de miel con Flor este año lo visitamos en su bodega en Montalcino, corazón de la Toscana, en Italia). Sus vinos tienen algo peculiar: una mezcla de elegancia y sobriedad y, lo mejor, tienen un respeto envidiable por el terruño.

A Lisa 2010, la etiqueta número 869 catada en la semana 26, es la que elegí para ocupar el puesto 3 porque tiene todo para demostrar la vitalidad, elegancia, potencia y singularidad de un Malbec de zonas frías. Es encantador, de esos vinos de palabras mayores que, aunque a veces costosos (éste en particular tiene un precio de aproximadamente 120 pesos, o 30 dólares, aunque en el video digo 160 porque las cosechas más viejas se valorizan más), tienen todas las cualidades de un gran tinto.

También para El Desafío 2011 caté sus añadas 2007 y 2008, y no hicieron más que confirmar su magnífica capacidad de envejecimiento, manteniéndose voluptuoso, complejo y mineral. Cada añada va un pasito más allá, y Hans me confesó que la 2011, que todavía no está en el mercado, dará de qué hablar.

 

PUESTO 4

Amalaya Blanco 2011

Nunca escondí mi amor casi irracional para con el Torrontés. Me gusta, no quedan dudas. Me parece una cepa exótica, diferente, que sorprende por su brutalidad nada elegante. Es rústica (o así debería serlo) y eso me parece delicioso.

Bodega Colomé, en el Norte argentino, siempre fue bien reconocida por su Torrontés, aunque a veces lo encuentro demasiado sofisticado para lo que espero de la variedad. Sin embargo, creo que cuando decidieron poner en marcha este proyecto de Bodega Amalaya y lanzaron su Torrontés dieron en el clavo. Es un Torrontés hecho y derecho según la ley, pero en la bodega prefieren llamarlo “blanco” lisa y llanamente. ¿Por qué? Porque hay un porcentaje extra de Riesling, apenas un 15%, que marca una diferencia. Diferencia que resulta encantadora y que, en su buena medida, hizo que me deslumbre tanto esta etiqueta como para ubicarla en el puesto 4.

La primera vez que lo probé fue en la semana 9, la cosecha 2010. Incluso la filmé. Y ahí quedé impactado. Ahora, en la semana 52, quise descorchar la añada 2011 para ver si, realmente, lo que había sentido aquella vez seguía estando ahí. Y lo estaba, ¡sí que lo estaba!

Terminó resultando un blanco fresquísimo, con toda la verborragia que tanto me gusta del Torrontés, sus notas florales a tilo y jazmines y su potencia dulzona pero, a la vez, este porcentaje minúsculo de Riesling le da un toque diferente. Un barniz mineral, así como olían las calles de Carlos Casares, la hermosa ciudad en donde me crié en la provincia de Buenos Aires, cuando empezaba a llover sobre la tierra seca una tarde de Enero. Ese olor volvió a surgir de este blanco. Y eso es emocionante.

Además, un plus es que se trata de un vino fácil de encontrar. En supermercados, vinotecas, almacenes… en todos lados. Y su precio es interesantísimo: 35 pesos argentinos (un poquito menos de 9 dólares). Hagan el intento, no saben qué bien se siente disfrutarlo.

 

PUESTO 5

Catena Zapata Estiba Reservada 1997

Es un vino al que le tengo un afecto especial: uno de los íconos de la prestigiosa bodega mendocina Catena Zapata. La cosecha 1997 la tomé por primera vez hace apenas dos años, en un viaje junto a mi familia en un bistró a dos cuadras de la Torre Eiffel, en Paris… por algo siempre digo que al vino también lo hace la situación. ¿¡Cómo no me iba a gustar?! Ahí me quedó una imagen maravillosa de este 100% Cabernet Sauvignon surgido de dos fincas que la bodega tiene en Mendoza.

Este año volví a probarlo para El Desafío 2011. Tomé esta cosecha 1997 con Flor y dos amigos a los que queremos mucho: Pablo y Nati, los dueños de Vinoteca Momentos, una vinoteca fantástica en el barrio de Caballito. Lo disfrutamos juntos a principios de año, y quedó reseñado en la semana 8 como el vino número 136. Acá, nuevamente, la situación había jugado muy a favor. Después volví a probarlo, pero una cosecha más actual, la 2005, durante la semana 46. Nuevamente la experiencia fue maravillosa.

Es un gran vino, de esos que todos, alguna vez, tendríamos que tener la fortuna de beber. Una creación de Alejandro Vigil, uno de los enólogos argentinos a los que personalmente más admiro, y definitivamente uno del puñado de 4 o 5 que están marcando un antes y un después en la historia del vino argentino. Sus vinos hablan por él, y contra eso mis palabras sobran.

¿Cómo definiría a este vino? Como un tinto suculento, de esos que sorprenden por su elegancia. La nariz es inmensa, con dejos minerales, perfumes a chocolate blanco, tabaco, pimienta blanca y hojas secas. Es un Cabernet Sauvignon, claro, pero los años han domado la potencia y dieron lugar a una elegancia envidiable.

Es caro; de hecho es uno de los vinos más costosos de Argentina. Hoy puede conseguirse a unos 2.800 pesos argentinos o más (cerca de 660 dólares). ‘Así es fácil recomendar’, me podrán decir (y sospecho que más de uno, leyendo esto, se debe estar riendo), pero sinceramente este vino, más allá de su costo, está fuera de todo entendimiento.

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