Esto está transformándose todo el tiempo. Primero, nuestros tintos livianitos y envejecidos le dieron lugar a los negros y poderosos. Después, a toda esa potencia se la reinterpretó para moldear Malbec con menos uso de madera y cosechas no tan tardías. Pero ahora parece que en el futuro hay más.
Y, quizás, el que más sufre estos cambios es nuestro bienaventurado Malbec. Ya no alcanza con el mendocino versus el patagónico, eso es cuento viejo. Por estos días la clave está en esos profundos huecos entre viñas (“calicatas”, en boca de bodegueros) para evaluar el tipo de suelo, los drones sobrevolando fincas para determinar la madurez polifenólica de cada planta o el trabajo minucioso terruño por terruño, rescatando las sutilezas que dan pluralidad a la copa. ¿Será ése el futuro?
Puede ser demasiado, claro que sí. El consumidor medio aún está en plena etapa de descubrimiento, apenas un carreteo para una industria que, parece, propone ajustarse los cinturones para el aterrizaje en un nuevo destino.
¿Y a dónde vamos?
La pregunta se cae de maduro, teniendo en cuenta que, ya desde hace años, escuchamos una frase repetitiva hasta el hartazgo que salta de boca en boca de cada empresario del vino: “el Malbec es furor en el mundo”.
¿Realmente es así? ¿Cabría la posibilidad de que esto sea tomado como una corriente pasajera? ¿Qué sucede si cualquier revista predice la explosión de, supongamos, la Baga portuguesa? ¿Los consumidores seguirán la palabra como ratones al queso, haciendo que ocupe el lugar del Malbec argentino?
El crítico Tim Atkin parece tener una respuesta. “Argentina en general y el Malbec en particular siguen haciendo estragos en el Reino Unido en este momento, sobre todo entre los millennials”, asegura, haciendo foco en este grupo joven de consumidores que ven en el vino su nuevo tótem fashionista, y continua: “Argentina está hoy vendiendo vino a precios más altos que cualquier otro país del mundo, excepto Francia y Nueva Zelanda, claro. Llevó su tiempo, pero finalmente el Reino Unido se está enamorando de Argentina y de su Malbec”.
El caso inglés puede servir de ejemplo para evaluar el comportamiento en otros mercados maduros. En Estados Unidos, por ejemplo, la cosa parece ser un poquito distinta. “Aquí se siente que la fiebre ha bajado, aunque hay más apreciación por un buen Malbec argentino, más aún si viene de viñas especiales o son estos nuevos single vineyard”, dice Charlie Arturaola, uruguayo de origen pero residiendo desde hace años en los Estados Unidos, lugar desde el que predica por el mundo la cultura del vino y que le valió, en 2012, el título de “Communicator of the Year” del International Wine & Spirit Competition (IWSC). “Lo bueno es que el consumidor no le tiene miedo a pagar 25 o 35 dólares por un Malbec argentino”, liquida.
Los números
El crecimiento es una realidad. Cuando nos zambullimos en los números duros del Malbec, las ventas ascendentes fronteras adentro y fronteras afuera es una tendencia creciente y consolidada.
El año pasado, sin ir más lejos, los varietales de Malbec ocuparon el primer lugar en volumen exportado y representaron el 53% del total de los varietales. Con más de un millón de hectolitros, se produjo un incremento del 10,43% en los volúmenes exportados con relación al año 2013… y del 570% con relación al 2004.
Y esta la suba del precio promedio que planteó Atkin cuando nos hablaba del mercado inglés, también es una realidad a nivel global. El valor FOB de las ventas de Malbec muestra un aumento del 2,93% respecto del año 2013, demostrando que, felizmente, cuando se piensa en grandes vinos (y grandes desembolsos) Argentina es cada vez más una opción cierta.
2 comentarios
Excelente y claro artículo, éxitos Mariano!
Excelente artículo.