Durante gran parte de la Edad Media, el vino no fue solo alimento ni placer: fue una herramienta sanitaria fundamental. Su acidez, su graduación alcohólica y sus compuestos naturales lo convirtieron en un aliado contra infecciones, heridas y enfermedades transmitidas por el agua. Esta es la historia, poco conocida pero científicamente respaldada, de cómo el vino se transformó en uno de los antisépticos más confiables de su tiempo.
En la Europa medieval el vino se usó como antiséptico porque el agua solía estar contaminada. Los pozos urbanos recibían desechos, los ríos eran cloacas a cielo abierto y las epidemias transmitidas por vía hídrica eran un riesgo cotidiano. En ese contexto, el vino se volvió mucho más que una bebida cultural: era, en la práctica, una garantía mínima de higiene.
¿Por qué? Porque el vino ofrecía una combinación natural difícil de replicar en aquel mundo sin saneamiento:
- Alcohol entre 9 % y 14 %, suficiente para inhibir bacterias comunes.
- pH ácido, que limitaba el desarrollo microbiano.
- Polifenoles presentes especialmente en los tintos, con probada actividad antimicrobiana.
Eso hacía que, en muchos hospitales, monasterios y casas, beber vino fuese más seguro que beber agua, incluso para enfermos o niños (a menudo diluido).
Hoy la ciencia confirma esa observación empírica. Un estudio publicado en Journal of the American College of Nutrition (Weisse et al., 1995) mostró que tanto el vino tinto como el blanco inhiben el crecimiento de bacterias como Salmonella, Shigella y E. coli. Investigaciones posteriores (como las realizadas en la Universidad de Zagreb desde 2010) reforzaron ese efecto combinando alcohol, acidez y compuestos fenólicos.
La historia del vino como antiséptco: documentos que lo prueban
La idea de “lavar una herida con vino” no fue superstición; fue práctica clínica documentada por los médicos más influyentes de la época. Y varios de ellos describieron el vino como un antiséptico eficaz siglos antes de que existiera la palabra “antiséptico”.
Entre las fuentes más destacadas:
- Escuela de Salerno (siglos XI–XIII): recomendaba el vino para “limpiar las heridas y favorecer buena sangre”.
- Guy de Chauliac, uno de los cirujanos europeos más citados del siglo XIV, aconsejaba lavar heridas con vino puro o hervido para desinfectar antes de suturar.
- Hildegarda de Bingen incluía vino caliente con hierbas para tratar infecciones superficiales.
- Cirujanos como Teodorico Borgognoni describían el vino como parte del protocolo previo a la cauterización.
El razonamiento era simple y observacional: las heridas tratadas con vino se infectaban menos.
Y hoy, con estudios microbiológicos modernos, se entiende por qué.
La ciencia contemporánea: qué sí y qué no confirma
La investigación actual coincide en varios puntos:
- El vino inhibe bacterias patógenas en laboratorio (in vitro).
- Los polifenoles (especialmente resveratrol, catequinas y ácidos fenólicos) muestran actividad antimicrobiana.
- El alcohol y la acidez contribuyen al efecto desinfectante.
Pero también establece límites claros:
- El vino no reemplaza desinfectantes modernos.
- No se recomienda para uso médico actual, salvo en contextos estudiados en laboratorio.
- Su eficacia histórica se explica porque, en su tiempo, era la mejor opción disponible.
Este equilibrio entre evidencia moderna y contexto histórico permite entender por qué el vino fue, real y literalmente, un antiséptico medieval.
Un recurso clave durante las grandes crisis
Durante la Peste Negra (1348–1350), muchos hospitales aumentaron el uso tópico del vino. Aunque no podía frenar la peste —transmitida por pulgas y bacterias para las que no había solución—, sí ayudaba a prevenir infecciones secundarias, a desinfectar heridas y a reducir enfermedades gastrointestinales en un momento en que el agua era peligrosa.
Esa utilidad práctica contribuyó a fortalecer la idea del vino como “protector de la salud”, una noción que perduró durante siglos.
Un legado que hoy sorprende
Cuando hoy abrimos una botella, pensamos en placer, en gastronomía, en reuniones. Pero durante siglos, el vino fue herramienta médica, recurso sanitario, desinfectante cotidiano y, en muchos casos, un auténtico salvavidas.
No es exageración histórica. Es la suma de documentos médicos medievales, observación empírica y estudios científicos modernos que avalan su capacidad para inhibir bacterias.
Y es, sin duda, una de las historias fascinantes que esconde la cultura del vino.
Puedes leer la nota «Cómo la cerveza salvó al mundo» para sumar otra perspectiva.
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