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En busca de… Haro, el corazón de los Rioja

Esta vez vamos a viajar hasta Haro, una pequeña ciudad perdida en la madre patria de la que sólo habíamos escuchado un rumor: ahí, se comenta, se hacen algunos de los vinos más deliciosos del planeta.

“Son las diez menos cinco de la mañana. Una voz en la estación de Logroño anuncia la salida del tren. Es la última llamada para los viajeros. Cinco minutos más tarde, parte camino a Haro. Fuenmayor, Cenicero, Torremontalbo, Briones… desde la ventanilla, el viajero disfruta de un paisaje salpicado de viñedos rebosantes de uvas y de bodegas.” Así comienza el texto en uno de los folletos que rescaté de mi visita a España y, aunque no puedo prometérselos, voy a intentar no caer en la melancolía que me invade cuando pienso en ese viaje, algunos meses atrás, a la Ciudad de Haro, capital sentimental de los afamados Rioja españoles.

Es que este diario de viajes tiene un sabor especial: disfrutar el privilegio de conocer el origen de uno de los vinos más tradicionales, sabrosos y afamados de la madre patria no es un detalle menor. Rioja es la cuna del Tempranillo y la región donde se dio inicio al uso de palabras tan escritas en nuestras etiquetas como ‘Reserva’ o ‘Crianza’. Fue también la primera denominación en ser considerada DOCa (Denominación de Origen Calificada) en todo el país y sus vinos comparten una única característica que los pinta de cuerpo entero: son ciertamente inolvidables.

Para eso viajamos hasta Haro, una pequeña ciudad de apenas 12 mil habitantes, lo cual hace que no resulte sencillo llegar a ella. Logroño, a apenas unos 44 kilómetros al Oeste, suele ser el destino que eligen los turistas para descubrir de qué se trata el mito de los Rioja. ¡Y vaya si uno lo hace! En la región, todos los habitantes disfrutan el vino de una manera fenomenal: el consumo está en todas partes, siempre rodeando la costumbre de los habitantes de ir de tapas con amigos. De hecho, hace poco tiempo se comprobó que Rioja es el vino europeo que consigue la más alta fidelidad de consumo, muy por encima, incluso, de gigantes como Burdeos o Chianti. Y la razón es más que evidente: estos tintos son exquisitos, elegantes, con una estructura fantástica y una calidad prácticamente inobjetable en cualquiera de ellos. Veamos de qué se trata.

Los tintos de Rioja, de acuerdo al Consejo Regulador de la DOCa, pueden clasificarse como ‘Vino Joven’ (lanzados al mercado en su primer o segundo año de vida), ‘Crianza’ (productos que, como mínimo, están en su tercer año y que han pasado al menos uno en barrica y algunos meses en botella), ‘Reserva’ (vinos seleccionados de cada añada, que por sus características han envejecido durante tres años, de los cuales uno como mínimo será en barrica y, el resto, se completa en botella) y ‘Gran Reserva (sólo se da en añadas excepcionales y permanecen como mínimo dos años en barrica y tres en botella).

 

Si va de visita a Haro, no olvide disfrutar su gastronomía en la emblemática zona de tapas de la calle La Herradura; allí, no puede dejar de probar los pinchos de frutos de mar. Este año, por ejemplo, se celebró a fines de agosto la IV Semana del Pincho, donde participaron más de una veintena de bares, quienes ofrecen cada uno su pincho junto a una consumición de vinos.

Si va de visita a Haro tampoco olvide dedicarle, al menos, un día entero a recorrer el Barrio de la Estación, el lugar donde se concentran la mayor cantidad de bodegas de la ciudad. Allí podrá visitar Muga, López de Heredia, Bilbaínas y Rioja Santiago, entre varias más.

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