El calentamiento global está cambiando drásticamente la industria del vino en todo el mundo, y eso es un hecho. Un Malbec de color Pinot Noir, uvas de calidades que van y vienen y regiones impensadas ahora produciendo… el panorama está que hierve.
El color rojo rabioso del Malbec argentino podría estar al borde de la extinción por el calentamiento global afectando a la industria del vino. Sí, no es que quiera alarmarlos, pero el cambio climático es una realidad que toca de lleno en nuestra industria. Nuevas zonas productoras como Inglaterra, Chubut o Noruega que años atrás eran inimaginables, variaciones en el sabor y el color de las uvas, transformaciones en la forma de los racimo, calores como nunca antes y fronteras que se quiebran a medida que las temperaturas escalan alto.
El Malbec cambia de color
Hace unos años, durante un seminario que dictó la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) en Mendoza, el investigador Emiliano Malovino dijo: “estimamos que la calidad de las uvas va a decaer como consecuencia del cambio climático, cuestión que ya hemos visto con las cosechas cada vez más calurosas de los últimos años. Observamos, de hecho, una evidente disminución de la intensidad del color”.
Pero esta realidad no es solo sudamericana. Hace unas semanas, conversando con el querido Gérald Gabillet (director técnico de Cheval des Andes) en nuestro podcast, nos contaba cómo estaba impactando en su Francia natal, en donde los viticultores estaban viendo temperaturas desconocidas hasta hoy.
Cambian las reglas de juego
El calentamiento global ha venido transformando las reglas de juego en todo el mundo, corriendo la producción hacia latitudes más altas, principalmente en Europa. ¿Quién pensaba décadas atrás ver viñedos en el sur de Inglaterra? ¿Y la inserción ya masiva de zonas de Japón, China o India en el mercado mundial del vino? Muchos de estos casos llegaron de la mano de años más propicios para el cultivo de la vid, temperaturas benévolas y lluvias antes no registradas.
Es que pocos otros sectores se ven tan afectados por el clima como el vitivinícola: la viña es por demás perceptiva ante modificaciones significativas de temperaturas, lluvias y amplitud térmica. La vid, al tener una vida productiva de más de 100 años, mide su producción en periodos largos de tiempo. Si en 40 cosechas, por ejemplo, la meteorología de una región fluctúa mucho, podría llevar a una reducción escandalosa de la calidad y la cantidad de vino producido. ¿Cuánto? Algunos estudios llegaron a sugerir para el 2050 una pérdida de más del 80% de la superficie vinícola de California. Qué tema, eh. Algo para pensar y repensar.