Una nota de enoturismo que nos lleva a una de las zonas (sino la más más más) más bonitas de la vitivinicultura argentina. Un recorrido entre empanadas y cerros para desenraizar el bellísimo Cafayate.
Cafayate es un poblado pequeño en el norte de la Argentina, acariciando los dos mil metros sobre el nivel del mar. Casonas coloniales e iglesias aturdidas en el tiempo que conviven con cotizados viñedos y una gastronomía difícil de equiparar con otras del mundo. Hoy, el enoturismo en Cafayate concentra las miradas.
Atravesada por la Ruta Nacional 40, la carretera más extensa del país que lo recorre de sur a norte a lo largo de 3227 millas, esta población se ha transformado en el icono de los vinos de altura en Sudamérica. El clima extremo sumado a la amplitud térmica garantiza alcoholes altos, colores rabiosos y una nariz salvaje fácil de identificar en la copa a mil años luz de distancia. Allí, la Torrontés es la uva por excelencia: una cepa blanca con perfumes a jazmines y cáscara de naranja que, no casualmente, logra una unión perfecta con las empanadas, el tótem sagrado del lugar.
Conocer Cafayate es masticar decenas de estilos de empanadas, siempre con un punto en común: la segunda será más sabrosa que la primera. Se trata de paquetitos de masa casera horneados en horno de barro que llevan dentro una suerte de guisado de res cortada a cuchillo, patata, cebolla y huevo duro. La Casa de las Empanadas, en pleno centro de la ciudad, es un buen punto de partida para degustar la especialidad local. Claro que la cocina del altiplano tiene mucho más para mostrar; locros, tamales, humitas, dulces de cayote y tortillas al rescoldo también son estrellas, sin olvidar los estofados de carne de llama.
Vamos a las bodegas
En materia de vinos, Cafayate tiene un privilegio que se repite en pocos sitios del planeta: la mayoría de las bodegas se concentra en el centro histórico de la ciudad, haciendo de la caminata una experiencia obligada. Beber un intenso Tannat (la uva emblema del Uruguay que, en la Argentina, encuentra su cumbre en estos pagos) de El Porvenir de Cafayate o pasear por la antigua casa vitivinícola Vasija Secreta, recorriendo el único museo de máquinas antiguas de la zona, son dos grandes opciones.
Otro de los imprescindibles, aquí ya en transporte, se ubica a unas 3 millas, camino a la localidad de Yacochuya; Piattelli, propiedad del inversor estadounidense Jon Malinski, es uno de los puntos focales de la nueva enología cafayateña, condensando una bodega de última tecnología, vinos esculturales y un restaurante world class en el que, desde la terraza, se puede disfrutar de un almuerzo sin igual con divinas vistas del valle.
Domingo Hermanos y Colomé son la dupla de bodegas que cierran el círculo del enoturismo y que, si se cuenta con tiempo extra, valen cada segundo de visita y cada nuevo sorbo de conocimiento. ¿Qué descorchar allí? Sus Torrontés, claro, pero también la cepa emblema argentina, la Malbec. En Cafayate, estos tintos toman un perfil distintivo, áspero, escalando en estructura y subiendo la apuesta de la complejidad. El wine bar del lujoso hotel Grace Cafayate (las fotos de la nota son de este hermosísimo lugar) concentra una oferta enorme de alternativas para probar un poquito de todos ellos.
¿Planificando un destino foodie, original e inolvidable? ¿Qué tal si dejas que Cafayate te haga agua la boca?
5 comentarios
Que parece Mariano! Soy de Tucuman, visito a menudo Cafayate y siempre pero siempre lo hago para almorzar en la terraza de Piatelli (no puede faltar un Trinita en la mesa) observando el hermoso paisaje y absorbiendo esa paz de los valles, la verdad un lugar único. Muy buena nota y arriba el norte argentino!! Te mando un saludo
Excelente nota, un placer visitar y comer en la Bodega Piatelli. El torrentes de Cafayate es incomparable.
Gracias, Cristian!!!
Mariano muy buena nota..excelente!!AMO SALTA y me super emocionaron tus palabras.Se nota que sos un apasionado al escribir.Saludos desde Misiones.
Gracias Sonia!!!