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Argentina encuentra su lugar

Éste es el texto que salió publicado en el libro «Argentina. Tiempo de cosecha», el compendio homenaje realizado a la vitivinicultura nacional con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810.

No es fácil hacer un balance de los últimos 100 años de vitivinicultura nacional. Menos aún para un país como el nuestro, que a pesar de ser incluido dentro del puñado de regiones que integran el grupo de los nuevos productores, lleva consigo un espléndido historial. No es fácil tampoco hablar del porqué del cambio abrupto de los últimos años, con una Argentina antes desconocida por el mundo que salió a ostentar no solamente su tradición sino también su excepcional y extravagante potencial.

La competencia a nivel mundial es feroz, e intentar sobresalir en este contexto resulta, al menos, una tremenda osadía. Países como Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda o Chile compiten en nuestro mismo mercado con etiquetas fabulosas y el mismo mote de new world wine. ¿Qué es lo que haría, entonces, que un consumidor en una vinoteca de Oslo decida gastar algunas decenas de Euros en un vino argentino, en vez de escoger otro europeo o australiano? Para nuestra alegría, ¡son muchas las razones!

Seguramente lo que mejor hemos sabido explotar es esa característica de “explorador” del consumidor medio. Animarse a probar un vino tinto argentino no es moneda corriente. Tampoco ver nombres tan extraños como “Torrontés” o el ahora afamado “Malbec” en la etiqueta. Sí es hoy algo casi común leer alguna revista internacional o escuchar comentarios de críticos y referentes vitivinícolas hablando de las bondades de nuestros vinos. Argentina, Malbec y Mendoza son 3 palabras que ocupan cada día más páginas de la prensa extranjera; periodistas que mucho tienen que ver con el despegue nacional influyendo de manera determinante en los mercados maduros del hemisferio norte. Por último, quizás una de las razones de mayor importancia, nos pertenece: el trabajo serio y excelentemente bien definido de las bodegas e instituciones como el INV o Wines Of Argentina; ellos han favorecido el posicionamiento del vino argentino en el mundo, proponiéndolo no sólo como una alternativa sino, además, como una de las primeras opciones a elegir.

El camino es muy largo, claro está. Todavía resta mucho por transitar y varios problemas que sortear, pero hay una base ya armada. Cimientos sólidos que abrieron las puertas de un panorama muy positivo que también nos obliga a seguir siendo creativos y competitivos, buscando nuevas herramientas en las que apostar, mejorando la calidad de nuestros vinos constantemente y fortaleciendo los logros que ya se han alcanzado.

En definitiva, quizás las palabras sobren para explicar algo que, naturalmente, debía suceder. Con esfuerzo, mucho trabajo de por medio y vinos que dan cátedra por su calidad, Argentina ha encontrado su lugar en el mundo. Y eso merece un brindis.

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