En esta nota te cuento un puñado enorme de tendencias que modificaron la industria y el consumo de vinos a partir de los millennials en todo el mundo.
El consumo revolucionado
En 2011 Moët & Chandon, el gigante francés, lanzó un Champagne pensado para beber con unos cubos de hielo, escarchando literalmente las venas del conservadurismo vínico mundial. Una marca desde siempre ligada a la sofisticación ponía por primera vez y para siempre un pie en el terreno de los más jóvenes. El resultado fue fenomenal y, en cortísimo tiempo, la movida adoptó réplicas en los cinco continentes.
El consumo revolucionado, ésa es una de las mayores muestras de poderío millennial: esa generación nacida a fines del siglo XX que respira tecnología y pide a gritos experiencias para compartir en tiempo real.
El aumento en el consumo en los últimos años por este grupo de edad es asombroso, con los Estados Unidos y Australia a la cabeza de la tendencia. ¿Tanto es así? Sí, solo piensen que la mitad de todo el vino vendido en los Estados Unidos en 2017 fue comprado por ellos. Lo que es más, un millennial es naturalmente aventurero en la visita a la góndola: el 65% busca etiquetas y añadas raras y fuera de lo común.
Los millenials y el vino… un cambio completo
Imaginen, claro, que ese cambio rotundo de paradigmas abrió nuevos espacios.
El enoturismo está viviendo un crecimiento exponencial en regiones como Mendoza, en Argentina, o Sonoma, en California, que han visto en los últimos años tasas que duplican e incluso triplican las visitas de foráneos en busca de buenos vinos.
Y las grandes ciudades, claro, siempre foco del asunto. La explosión vinera es una corriente claramente urbana, teniendo puntos altos en New York, Londres, Los Ángeles, Hong Kong y Tokio.
La forma de llegar
La necesidad de distribuir el vino de una manera más eficiente se ha convertido en una de las mayores demandas. Junto con el delivery, la metodología en boga actualmente son las tiendas virtuales, acompañando el foco en la tecnología y la conectividad.
La conciencia
Así como ocurrió primero en el mundo de la gastronomía, los millennials cosmopolitas han marcado nuevas reglas de juego respecto a un estilo de vida diferente, más alineado a la conciencia por la naturaleza y la sociedad. ¡Orgánicos y biodinámicos, claro! Categorías que están en constante crecimiento y que, sobre todo en Europa, Canadá y los Estados Unidos, muestran índices de venta ascendentes.
Las mujeres al frente
Las chicas tienen mucho que ver con todo esto. Cuando se comienza a hilar un poco más fino en los gustos de consumo entre los jóvenes millennials, se registran cambios significativos en los hábitos femeninos. Las reuniones de grupo suelen estar acompañadas por vino (frente a la cerveza, aun la preferida entre los hombres), conforme afloró otra simpatía directamente vinculada a la mujer: la sofisticación de la industria de los rosados es un hecho, escalando alto en las preferencias de ellas.
El lujo justo
Si bien beber vino en sí mismo no es nada sofisticado (o, al menos, no lo ve así un millennial), para esta generación es aún lejana la posibilidad de invertir dinero en cosas más onerosas como un automóvil o una casa. Acá, entonces, la compra de etiquetas de alta gama se ha convertido en una especie de autosatisfacción, transformándose en un lujo que los millennials pueden permitirse.
Todavía más, los informes muestran que una enorme mayoría cercana al 75% desea gastar más dinero en vino del que efectivamente desembolsan.
La juventud literal
La predisposición a comprar y beber vinos jóvenes, ésa es una de las mayores tendencias que anotició el mundo de las bodegas.
La inmediatez con la que viven (bueno… vivimos, en realidad) los millennials, muestra lejana la posibilidad de la guarda: acá, el vino se disfrute en su juventud. Se compra y se bebe, de hecho, porque los números son claros: el 80% de las botellas se descorchan antes de las 48 horas posteriores a la venta.
Todo por un posteo en Instagram
Hay una idea dando vueltas por ahí que sintetiza a la perfección la realidad de un millennial: “millennial es aquel que busca experiencias para subir a Instagram”. Si bien la afirmación es un poco dura, lo cierto es que hablamos de una generación de nativos digitales que vivimos y sociabilizamos en esa realidad.
La comunicación a través de Facebook y páginas web ya casi ha quedado en el olvido, dando lugar a Instagram, Twitter o Snapchat (incluso algo olvidado), y a otras tecnologías todavía a prueba de éxito como los códigos QR, hoy difundidos en algunas contraetiquetas de vinos argentinos, neozelandeses y australianos, mayormente.
Adiós a la tradición
¿Gráficas llamativas? Sí. ¿Vino en lata? Sí. ¿Tapa a rosca? Sí. ¿Vaso en lugar de copa? Sí. Sí. Sí.
En un mercado en el que poco hay de tradición, todo eso que imponga algo novedoso (y, recordemos, digno de mostrar en Instagram), suma.
La experiencia es todo
Es una generación que valora más la experiencia que la posesión. Si vas de viaje, ya nadie se entretiene filmando la travesía para luego desgrabarla en casa: se vive con los ojos y, a lo sumo, se comparte la vivencia en tiempo real a través de una story en Instagram.
Experiencias, de eso se trata. Y acá todo vale: desde esa etiqueta curiosa hasta la historia del enólogo detrás, su tradición, la región ultra específica de la que provienen esas uvas. Si bien una historia convincente siempre debe ser respaldada por un producto de calidad, cuando la oferta es parecida, contar un cuentito hace la diferencia.
Un comentario
Mariano,
Siempre un placer leerte, me hiciste reír y sonreír de complicidad en este artÍculo. Cuanto de cierto hay en tus palabras.
A mi me encanta que los Millennials revolucionen, cualquier cosa suma para impulsar el consumo del vino.
Yo vivo en USA, esta semana fui a 3 eventos de vinos (2 festivales) y una celebración del solsticio de verano en un viñedo, y confirmo que la gente joven brillaba con su presencia. Felices, compartiendo y dando el reporte completo en sus cuentas de IG jejeje
Saludos y salud !