Un espacio en MarianoBraga.com en el que destacadas personalidades de la gastronomía, la enología y la cultura en Argentina y el mundo nos cuentan sobre ese vino que les dejó una huella. Esta vez, Martín Molteni.
Martín Molteni es cocinero. Propietario del restaurante Puratierra, Buenos Aires, Argentina
Luego de completar mis estudios en Australia, la próxima parada era Francia.
Además de haber terminado mis certificaciones avanzadas en estudios culinarios, el Regency College de Adelaide (que poseía una bodega de producción en su campus) me había dado la oportunidad de iniciarme en el mundo de la producción de vinos y sus estudios. Francia, además de donde iba a desarrollar la mayor experiencia culinaria que pudiera, prometía ser la meca del descubrimiento del buen vino y sus tradiciones.
Los mediodías de franco eran la parada obligada para el Muscadet sur lie del mercado, primero una copa, y luego paraba de contar. Por las noches, siempre había una cena con amigos en la casa del pastelero o del jefe de cocina, donde cada reunión era una chance para seguir descifrando los caracteres del vino francés. Fiel a la región que me albergaba, más allá de tener mis favoritos de lejos, comenzaba a desarrollar un especial cariño por los vinos del Valle del Loire.
A esa altura, el chef Dallais tenía muchos bodegueros amigos que nos visitaban en el restaurante seguido, y donde departían, degustaban o francamente reían. Uno muy especial nos invitó una mañana de lunes a su cava; subimos muy temprano al auto y comenzamos nuestro recorrido que culminaría en Saumur Champigny. Ahí, atrás de una puerta antigua, se encontraba la bodega Clos Rougeard, de Nady Foucault, que aparte de gran amigo del chef era un amante de su tierra, de sus viñedos y gran productor y constructor de la calidad y la tradición del vino de la región.
Al minuto de llegar, y tras un breve saludo entre todos, ingresamos a las cavas subterráneas, donde en medio de todo ese clima oscuro y quieto nos esperaban las barricas, albergando uno de los vinos más mágicos que hay. Los vinos comenzaron a sucederse. Un año, otro año, y luego pasar a los vinos que la familia guardaba en lo más profundo de la cava. Ahí sentí que, independientemente de todos los aprendizajes, un quiebre se estaba generando. Seguido, fuimos a almorzar a la casa de Nady, y continuó la degustación junto a algún que otro vino argentino.
Es difícil decir que es el mejor vino que he tomado en todos los tiempos. Hay otros grandes vinos, pero definitivamente éste abrió mi corazón para siempre.
Delicioso el comentario de Martín paseando por uno de los paisajes vitivinícolas más hermosos del mundo: el que propone el hermoso Loire y los fértiles valles que se extienden a ambos lados de su curso. Clos Rougeard es un proyecto hoy comandado por la octava generación de una familia de viticultores que han hecho maravillas bebibles a partir del Cabernet Franc y la Chenin Blanc. Producciones pequeñas y una tradición ancestral enmarcada en la cava milenaria de la casa, construida por los romanos y excavada en la toba… ¿qué más se podría pedir?