La industria dividida entre lo viejo y lo nuevo, entre dos maneras de elaborar y entender al vino. ¿Qué quedó de eso? ¿Qué es el Viejo Mundo, qué es el Nuevo Mundo y qué se esconde por detrás?
Potentes, intensos y de alcoholes altos. Tintos híper coloreados y blancos de perfumes inagotables. Los vinos del llamado Nuevo Mundo representaron, desde los inicios, un estilo de vinificación peculiar. Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando se hace esta diferenciación entre “viejo” y “nuevo” si, en definitiva, solo hablamos de vinos? La historia es larguísima, pero se las súper simplifico.
El mundo versus Europa
En los años 70, la industria internacional del vino estaba liderada por Europa. Eran los países más tradicionales y llevaban la delantera en exportaciones, superficie plantada, mercados abiertos y, claramente, en reputación. En todos estos lugares, además, se habían consolidado regiones como “marcas registradas”, muchas de ellas amparadas bajo el concepto de la Denominación de Origen. Oporto, Jerez, Chianti, Borgoña, Champagne. Entonces… ¿cómo podrían los países sin tanta historia ponerse al nivel de estos gigantes? Ahí estuvieron el genial enólogo norteamericano Robert Mondavi y el varietalismo como respuesta.
La necesidad ¿tiene cara de hereje?
Fue, en realidad, una necesidad de diferenciación. Ser distintos es casi una obligación en el mundo del vino de hoy, pero también lo era por esos tiempos. El periodista Frank Schoonmaker había propuesto retomar una idea generalizada en Alemania: la de etiquetar con el nombre de la uva que se embotellaba, en vez del nombre de la región de la que provenían. Y ahí estuvo Mondavi, como uno de los pioneros adoptando la idea y virando hacia los varietales.
El asunto es que en los 70 era muy probable que un consumidor inglés supiese (al menos a grandes rasgos) de qué estilo se hablaba cuando se nombraba a un Borgoña… pero ese mismo consumidor no tenía idea de qué esperar de un Pinot Noir.
Desde ahí se comenzó entonces con un proceso de educación intenso en los Estados Unidos, con degustaciones dirigidas por expertos para, lentamente, enseñar qué características podríamos esperar de un Merlot, un Cabernet Sauvignon o un Chardonnay. Ahora el punto que faltaba era la especialización. Si todas las regiones del Nuevo Mundo elaboraban los mismos varietales, la singularidad se esfumaría, así que, de a poco, los países no europeos empezaron a tomar variedades específicas que transformaron en sus insignias. La Pinotage sudafricana, el Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda, Chile y su Carménère, Argentina y el Malbec y, así, podríamos seguir casi infinitamente.
Las diferencias entre Viejo Mundo y Nuevo Mundo
En aquellos primeros años, los vinos del Nuevo Mundo se distinguieron por su potencia aromática y su grado alcohólico, diferenciándose de los europeos, en general más sutiles y de acidez pronunciada.
Pero toda esa diferencia, hoy, sinceramente se ha fundido. La realidad cambió, el cambio climático hizo su aporte afectando estilos pero también permitiendo la viticultura en nuevas regiones y, entonces, muchas regiones tradicionales ven brotar tintos corpulentos y blancos alejados de las sutilezas. Y viceversa, claro.
¿Habías escuchado hablar alguna vez de estos términos? Y, lo más importante… si comparas vinos de Europa versus el resto del mundo, ¿encontrás tales diferencias? ¡Te leo en los comentarios!