Hay una amenaza evidente, de eso no hay lugar a dudas. Por los pasillos de las bodegas, entre hileras de viñedos pero, sobre todo, en la góndola, el rumor marcha con fuerzas. ¿Estaremos ante el inminente final del Malbec?
La historia arranca en los años 70, cuando los países europeos alzaban la voz, casi solitos, y enarbolaban la bandera de los grandes vinos del mundo. Jerez, Chianti, Oporto, Borgoña, Champagne. Regiones que protegían una forma de elaborar, un estilo, una identidad que los hacía únicos. Todos sabían que, detrás de un Champagne, llegaría la frescura, la burbuja, la celebración en botella. ¿Pero cómo podrían los países novatos ponerse al nivel de los colosos conocidos?
El varietalismo fue entonces la respuesta: la idea de etiquetar con el nombre de la uva, dando a conocer que un Malbec debía oler y saber diferente a un Syrah. El éxito fue inmediato, y países como Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Chile y, claro, Estados Unidos como pionero absoluto, tomaron esa idea, convirtiéndola en un negocio perfecto.
Pero el problema vino tiempo después, cuando al descorchar dos Merlot de zonas distintas las reglas comenzaban a fallar. Éste mostraba un perfil ácido, huidizo, especiado; pero este otro era alcohólico, voluminoso y olía a mermelada. Fue el punto débil de la estrategia, sin dudas, ése de pensar que la uva estaría por encima de la tipicidad que imprime una región. En determinados aspectos, el varietalismo quedaba flaco.
Las nuevas grandes etiquetas del “Nuevo Mundo” son un ejemplo claro de esto. Ya casi no se habla de Malbec, y en su lugar se menciona a Altamira, Chañar Punco o el Valle de Pedernal. La tierra dominando al cepaje, volviendo a la fuente que los europeos plantearon cientos de años atrás.
Es cierto que esta tendencia pareciera estar mucho más motivada por la bodega que por el consumidor: para la enorme mayoría de los bebedores seriales como ustedes y yo, resulta más fácil identificar y elegir una variedad de uva (más allá de sus vaivenes) que una región, sobre todo en el “Nuevo Mundo”, en donde el varietalismo domina desde la organización de una góndola en el supermercado hasta la carta de bebidas de un restaurante.
Pero la tendencia es firme, y cada vez resulta más y más usual en etiquetas de alta gama ver la variedad de uva reemplazada por la región.
¿Será el fin del Malbec, tal como lo conocemos? ¿Qué opinan ustedes? ¡Los leo!
25 comentarios
Hoy en día, en los vinos argentinos ya que no conozco otros, ya se habla mucho del lugar, a tal punto que está a la par del varietal.
Personalmente, me encanta que sea así. La tierra, el clima, el lugar, tiene mucho que decir.
Buena nota la tuya, Braga.
Vaaaaaamos! Gracias Seba
Lamentablemente a los argentinos todo nos cuesta un poco más…..educarnos que nooooo todooooo es Malbec nos perdemos de conocer otras uvas/blends/etc etc es un trabajo duro y largo
Jejejje, vos decís, Adrián? Yo creo que no es algo puntual de Argentina… es como se moldeó nuestro mercado. Es como pedirle a un francés que empiece a llamar a sus vinos por la uva y no por la zona.
Lo de que no todo es Malbec es otro tema, coincido con que es difícil salirse de lo más clásico, pero por ejemplo a mí me pasa ahora viviendo acá en España, ver que el mercado local es súper conservador, muchísimo más que en Argentina incluso.
En fin, lindo debate, ja! Abrazo!
Estuve recorriendo viñedos de Entre Ríos y en todos apuestan a otros varietales distintos del Malbec. Puedo rescatar un concepto claro y es la idea que cada región del país tenga su caballito de batalla en unos pocos años.
Es un gran punto. Hay cierta identidad: San Juan y el Syrah, Salta y el Torrontés, Rio Negro con el Pinot Noir. Hay ahí una realidad que es que la tierra condiciona qué variedades se dan bien (o, incluso, se dan, porque otras no prosperan por tiempos de maduración y demás).
Yo creo que va a seguir siendo nuestra bandera, pero enarbolada desde la región. Aquellos más interesados conocerán si prefieren altamira o pedernal. En las góndolas de súper y vinoteca cada vez más hay cepas “no tradicionales” y métodos de vinificación innovadores para nuestro país, cómo el furor de los naranjos.
Creo que también es una apuesta al consumidor, para las bodegas, y para los sommelier la variedad nos ayudará a vender vino a personas que capaz creen que vino tinto solo es Malbec.
Re largo! Jaja abrazo
Coincido 100% en todo y, si te tengo que anticipar un futuro, ja, veo conviviendo ambas ideas, pero definitivamente ganando espacio el lugar por sobre el varietal.
Noooo. Queremos q aparezca tooodoooo en la botella. Uba y lugar. Y todos felices
Jajajja que así sea entonces
En mi caso particular, comprobé que ya no me importa tanto la uva ni el lugar. Busco vinos por enólogo. Algunos tienen una mano mágica para darle chispa a cualquier uva! Hacen arte con el vino!
Buen punto! Cada vez más, el enólogo termina siendo el factor decisor, eso es impresionante.