Es una de las máximas figuras de la vitivinicultura mundial. Rolland es el flying winemaker que lideró un cambio radical en el diseño de los vinos en los 5 continentes y, en esta entrevista, nos revela el por qué.
¿Quién se atrevería a poner en duda que Michel Rolland es el enólogo más famoso del planeta? Rolland ha ideado en su mente y en los viñedos un perfil de vino concentrado, potente y maduro que, durante muchos años, le ha valido una lluvia incesante de críticas. “Sus vinos son buenos, claro, pero es igual un Merlot suyo elaborado en Pomerol que un Malbec también suyo de Mendoza”, se solía escuchar. Pero aquellas cuestiones parecen haber acabado. Hoy, una tendencia habla de la revalorización de las cepas autóctonas de cada región, y Rolland es uno de sus máximos defensores.
¿Cree que la crítica que ha sabido existir respecto de la “estandarización de los vinos” ha perdido fuerza y, en su lugar, se fortaleció más que nunca la búsqueda por la expresión de los terruños? Hay una cosa muy simple que repito desde hace años: solamente el terroir da la personalidad al vino. Lo que podemos decir hoy es que los vinos nunca han sido tan buenos. Nunca en el mundo ha habido tanta diversidad.
¿Y cómo ve el resurgimiento en los mercados internacionales de las cepas autóctonas de distintos lugares del mundo? Creo que en todos los países productores nuevos hay que utilizar los cepajes autóctonos, en la medida que éstos generen buenos vinos.
¿De todos ellos a cuál le ve mayor potencial? Bueno, los ejemplos más interesantes en estos últimos años han sido el Malbec argentino y el Carménère chileno. Aunque ambos son originarios de Francia son, hoy por hoy, las cepas emblemáticas de su país de adopción.
Usted ha defendido en muchas ocasiones al Merlot, cepa que en los últimos años ha sufrido cierto desprestigio. ¿Cree que en los países de Latinoamérica existe un potencial de Merlot como para lograr grandes exponentes de esta variedad? Me encanta el Merlot porque nací en Pomerol, cuna de este lindo cepaje. Su éxito en los años ‘80 ha producido su caída, porque mucha gente imaginaba que el consumidor miraría sólo la etiqueta. La calidad es la vía del éxito. Está asegurada más o menos la misma situación para el Syrah: muchos vinos malos matan la imagen de un cepaje. Por esto hay que tener cuidado con las nuevas variedades como la Malbec… ¡es necesario protegerla si queremos que dure! Pero continuando con la ideal del Merlot, creo que encontrará buenos lugares en Latinoamérica. Brasil está haciendo ensayos y estoy seguro de que la Argentina tiene grandes terruños para cultivarlo.
Cambiando el tema, ¿a qué zonas vitivinícolas más allá de las tradicionales apostaría? Digo frecuentemente que el futuro de los vinos del Nuevo Mundo será sobre el Mar Negro. Yo lo creo porque los aficionados del vino son como todos los consumidores: les gusta descubrir.
En mi última visita a Bordeaux tuve la posibilidad de visitar su laboratorio, y quedé pasmado por el trabajo que realizan. La pregunta es: ¿cuánto cree que influye la investigación previa en el resultado final? Históricamente no se hacían vinos de calidad, se hacían vinos sólo como una bebida más para distenderse. Había muchos más vinos malos que vinos buenos. Hace solamente unos treinta años que hemos desarrollado la calidad y todo ha comenzado en los laboratorios, por la búsqueda y el análisis sistemático. Hoy, es una rutina extremadamente importante.