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Diario de viaje: Los vinos del Viejo Continente

Luego de más de 50 días, terminé mi recorrido por bodegas y viñedos del Viejo Continente. Después de ver y degustar cientos de vinos, les cuento mi visión de los vinos europeos y el crecimiento de la Argentina.

Más de 50 días fueron suficientes para tener al menos un panorama general del vino en cuatro de los principales países productores de Europa. En Portugal, España, Francia e Italia el mundo del vino no es tan distinto a como lo vemos y lo sentimos aquí.

Portugal tiene vinos verdaderamente fabulosos y, en su mayoría, son elaborados con variedades de uva autóctonas de allí: la Tinta Roriz y la Touriga Nacional encabezan ese listado, pero en este pequeño país los estilos de vinos hablan de blancos secos y dulces, rosados, tintos y, claro, los famosos Portos que son consumidos por doquier, no solo como final de las comidas sino también para “abrir el apetito” e incluso para acompañar carnes, pescados, mariscos y pastas.

España es, quizás, el pueblo que más siente al vino como una parte fundamental de su cultura. Como les comenté en algún diario de viaje anterior, el típico tapeo es un rasgo característico del sentir popular. España es la reina de la Tempranillo; salvo casos excepcionales, es esta uva la que los ha hecho reconocidos y prestigiosos en todas sus regiones vitivinícolas… sin embargo, ciertos lugares como Penedés o Priorato desarrollaron etiquetas muy interesantes con Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay o Syrah.

Francia es, incuestionablemente, la reina. Cada una de sus regiones es un mundo en sí mismo y es precisamente aquí en donde encontramos la mejor expresión de variedades de uva tan conocidas como la Cabernet Sauvignon, en Burdeos, la Sauvignon Blanc, en el Valle del Loire, la Chardonnay en Chablis o la Syrah en el Valle del Ródano. Pero, justamente, esto no es una obra de la casualidad: durante años y años cada lugar se ha concentrado en producir las mejores etiquetas de esas cepas; se han especializado al punto tal de desarrollar vinos formidables que el mundo reconoce de manera unánime.

También Italia tiene uno de los abanicos de opciones más interesantes de todos. Desde nuestro país reconocemos la calidad tan solo de un puñado de regiones como Barolo, Chianti o Barbaresco. Sin embargo, los Bonarda de la región de Asti y aquellos grandísimos (y costosísimos) Brunello di Montalcino y Montepulcianos son íconos que nuestra vinicultura debiese tomar como referencia. Italia no solamente produce vinos concentrados en colores y aromas, también ha sabido interpretar a aquellas variedades más sencillas y producir etiquetas frutadas, sin madera, pero con una enorme complejidad.

En definitiva, cada lugar de Europa da mucho de qué hablar. A pesar de tener muchos vinos “no tan buenos”, aquellos que efectivamente tienen gran calidad son verdaderamente excepcionales. Pero lo bueno es que, en varios aspectos, Argentina no está muy por detrás de ellos. Recuerdo no hace tanto de pasear por vinotecas del mundo sin poder encontrar ningún vino argentino o, en el mejor de los casos, apenas algunas etiquetas escondidas detrás del cartelito “Latinoamérica” y entre decenas de botellas chilenas. Lentamente parece que este panorama está cambiando, y nuestro país no solamente comienza a ser reconocido por los especialistas sino que también el consumidor está valorando y reconociendo la autenticidad de un Malbec o un Torrontés argentino.

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