Me llegó un mail que me inquietó. Decía: ‘solo quiero saber si soy yo solo el que no puede ver un López… cuando alaban a este tipo de vinos siento que quieren vender algo que ya quedó en el pasado’. Ésta fue mi respuesta.
Hola Mariano, mirá: no nos conocemos personalmente, pero hay gente muy amiga que te conoce y me hablaron muy bien de vos. Te consulto algo, porque recién vi lo que pusiste en Twitter sobre los “vinos viejos” y, la verdad, no escribí nada para no armar lio… solamente quiero saber si soy yo solo el que no puede ver un López. No sé, te juro, hasta estuve en una degustación en López y realmente me parecieron vinos muy pobres, desde el color y ni qué hablar del sabor. No es para comparar, pero me parece que hoy en día existe tanta variedad de vinos que es conformarse con lo viejo, solo por nostalgia. Muchas veces quise opinar, porque he visto comentarios de sommeliers y personas que degustan vinos habitualmente alabándolos, pero no quiero armar problemas. Y por supuesto hay gustos para todo, pero es como que quieren vender algo que ya quedó en el pasado; tal vez me equivoco. Perdoná si te molesté, era solamente mi idea.”
Wow. Así fue el mail que me llegó hace algunas horas. Una idea clarísima, un sentimiento que, sospecho, será el de muchos de ustedes. Un mail que, al menos para mí, fue inquietante, porque removió muchas de las cosas por las que defiendo el estilo tan particular de los López. Pero, ¿por qué los defiendo? Creo que en parte es porque se trata de la única bodega argentina que ha mantenido a lo largo de los años un perfil inconfundible. Hoy son originales, pero en realidad fue la industria la que mutó, y López no hizo más que mantenerse estoica en esa idea de producir tintos muy maduros, envejecidos en toneles ya imposibles de conseguir, oxidados de forma controlada, con alcoholes bajos, taninos apenas marcados.
Es un estilo. Muy tradicional, por cierto.
Pero también me parece normal la impresión que quedaba expuesta en el mail. Es más: comparativamente con otras etiquetas, éstos son vinos muy pobres de color, con estructura baja y otros etcéteras… el tema es que también se puede acceder a la calidad sin buscar tintos súper concentrados o con niveles de alcohol que rozan los cielos.
No sé si los vinos de López tienen una calidad inobjetable. De hecho, coincido en muchas de las frases de este mail. La idea de «conformarse con lo viejo, solo por nostalgia»… es probable que algo de eso me esté pasando a mí y que, también, le suceda a los sommeliers/periodistas/críticos/consumidores/blablablá que los defienden. Es también una forma de rendirle tributo a la bodega, una de las más conocedoras del gusto de los argentinos.
¿Saben qué? Hace unos meses tomé un Montchenot del 72… yo nací 13 años después de que esas uvas fueran cosechadas vaya uno a saber por quién, alguna mañana soleada bajos los Andes cuyanos. Eso también tiene un valor. Al menos para mí.
Entiendo al vino no como una ciencia exacta. Cuando recomiendo hablo desde mi experiencia y, para serles franco, también tomo en cuenta estas cuestiones que, más allá de la calidad (que debería ser objetiva), hacen a un vino. Lo recomiendo con honestidad, con la convicción de que son vinos que hay que descubrir. Que pueden gustarte o no, pero que siento que hay que respetar por su tradición y reivindicarlos a fuerza de sorbos todo el tiempo que, felizmente, sobrevivan junto a nosotros.