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La otra cara de los vinos de Málaga

Dicen que, de acá, brotan algunos de los dulces más excelsos del mundo. Pero desde que llegué a vivir a España, en los vinos de Málaga encontré un mundo desconocido de blancos y tintos secos enclavados en algunos de los paisajes vitivinícolas más increíbles que he visto.

Los vinos de Málaga, ésos súper dulces en donde el asoleo hace un trabajo peculiar son famosos en el mundo. Recuerdo mis épocas de estudiante, leyendo sobre ese estilo ancestral que poco se conocía fuera de la región pero que llevaba consigo generaciones enteras de viticultores moldeando, probablemente, algunos de los Pedro Ximénez (aquí “Pedro Ximén”) más singulares del mundo.

En enero de 2021 llegué a vivir a Marbella. Desde La Pampa argentina hasta Marbella, sin escalas, en medio de una tormenta invernal como hacía años no vivía Andalucía y, como si fuera poco, con el confinamiento por COVID más duro que nunca. Tardé meses en caminar los viñedos de la región; en recorrerlos y ver con mis propios ojos esa tradición que atraviesa como una estaca el alma y las manos de los viñateros malagueños.

Pero hoy no quiero hablarles de estos mundialmente famosos dulces. Ni del asoleo, ni de la vieja escuela porque, quiero serles sincero, de local me encontré con un microuniverso todavía tímido pero con un potencial excepcional. Y de eso sí que quiero contarles.

 

Estoy sorpresa con los vinos de Málaga

Lo que me impactó esa primera visita a Moclinejo, en la Axarquía, fue determinante. Una zona de montañas y pendientes verticales, completamente verticales, a 10 kilómetros del Mediterráneo, súper cerca de la ciudad de Málaga, pero alta a casi 1000 metros de altura. La cosecha con mulas es entre heroica y peligrosísima, los rendimientos llegan a 300 gramos por planta (300 gramos, sí, leyeron bien), y las uvas autóctonas están en pleno proceso de revalorización.

“Esta zona presenta una gran riqueza en viñas, suelos, microclimas y altitudes, además de la posibilidad de trabajar con variedades locales muy interesantes, algunas de ellas a punto de desaparecer y muy poco vinificadas”. Los ojos turquesas de Vicente fosforecen cada vez que habla de sus vinos, de la puesta en valor de la tinta Romé, de la blanca Doradilla, casi en extinción como concepto varietal. Y de esos suelos de pizarras en descomposición que parecen sacados de un cuento. Vicente Inat, junto a su socio Juan Muñoz, llevan adelante Viñedos Verticales, una bodega ícono que marca tendencia en la región. “Ésta es una zona aún por descubrir, pero poco a poco va ganando relevancia. Aunque las producciones son pequeñas, gran parte de ellas se venden en exportación. Somos pocos, pero gente con mucho bagaje como Telmo Rodríguez, Lauren Rosillo, Jorge Ordoñez, Juan Muñoz… esto unido a que los vinos son originales y con mucha personalidad debido a los suelos de esquistos, filitas y pizarra y a la influencia del mar Mediterráneo”.

Las imágenes son increíbles y el futuro no tiene límites. Una región de clima extremo, en donde el sol se exprime para el asoleo pero en donde también la autenticidad de sus cepajes puede lograr vinos actuales, con baja intervención que respetan la esencia de estas fantásticas tierras andaluzas.

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