Opus One es la obra maestra de la vitivinicultura norteamericana. Encabeza la lista de los mejores tintos del nuevo mundo, compitiendo con los exponentes líderes de Europa. A continuación, la fórmula de su éxito.
INGREDIENTES: 2 íconos mundiales de la enología: Robert Mondavi y el Barón Philippe de Rothschild – 1 región vitivinícola muy prometedora – 900 dólares la botella (la común, de 750CC… ¡no imagine 2 litros por ese precio!) – Cerebro aplicado a la industria c/n.
¿Por cuántos vinos estaría usted dispuesto a pagar 900 pesos argentinos? ¡No, no! No piense que le hablo de algún Burdeos añejo ni mucho menos; le hablo de un Opus One de reciente cosecha. Exquisito blend al estilo de los mejores Burdeos, pero proveniente de la región central del Valle de Napa, en los Estados Unidos. Con amplia mayoría de Cabernet Sauvignon (y pequeños toques de Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot y Malbec en mínimas proporciones) y más de 17 meses (tiempo que varía según cada cosecha) en barricas nuevas de roble francés, el Opus One se encamina a ser uno de los vinos emblema de California y, por lo tanto, del llamado “Nuevo Mundo”.
Son muy pocas aquellas nuevas etiquetas capaces de competir directamente con algún Grand Cru francés o algún Súper Toscano. Pero el Opus One lo logra; y lo hace exitosamente. Entonces… ¿Cuál es la fórmula de su éxito? Partamos de la base que la suma de dos personalidades como Robert Mondavi (viticultor pionero en los Estados Unidos) y el Barón Philippe de Rothschild (propietario del legendario Château Mouton Rothschild) conforma, indudablemente, una “marca registrada” mundialmente. Sin embargo, esto no es suficiente. Para lograr que el Opus One sea lo que es hoy, se necesita mucho más. Y, para explicarlo mejor, me atrevo a relatarles mi experiencia personal:
Hacía un frío como pocos esa tarde de febrero en Napa; ya venía de visitar unas cuantas bodegas previamente en las cuales la degustación, claro está, había formado parte esencial de mi aprendizaje.
Pensaba que el frío debía de combatirse de algún modo, y los Pinot Noir y Zinfandel de aquella región se volvían una maravillosa opción… pero me faltaba la cereza del postre. Así como me gusta reservar el mejor vino para el final, reservé el mejor vino en aquella visita. La visita, como cualquiera en las bodegas de la región, era sencilla: nada de recorridos ni explicaciones mayores; el destino era uno, y bien sencillo: el tasting room (o sala de degustación, para los amigos).
Allí nos dispusimos a disfrutar, por tan sólo (léase en tono sarcástico) 25 dólares, los pocos centilitros que cabían dentro de la ajustada copa de cristal. Colores, aromas, texturas… sensaciones maravillosas que se despertaban, también, por el sólo hecho de saber que estaba en presencia de un Opus One (nuevamente, ¡cuán importante es el marketing para nosotros, los consumidores!). La obra maestra de la vitivinicultura norteamericana no me había defraudado; me brindó exquisitos perfumes frutales muy bien amalgamados con los taninos de la madera, su acidez y una buena astringencia que se pondrá aún mejor con el venir de los años.
El vino era admirable. Debo confesar, de cualquier manera, que yo esperaba algo de eso. Pero 25 dólares por apenas una pequeña copa me parecía algo excesivo. Porque aunque su calidad sea inobjetable, el consumidor sólo estará dispuesto a pagar ese precio por una botella que le entregue mucho más que calidad.
Opus One es uno de los pocos vinos que ha sabido entender esta cuestión. Ha comprendido que debía dar una respuesta más amplia a sus consumidores, y tentarlos con un nombre atractivo, una comunicación selecta y un precio exagerado que provoque el deseo de tenerlo. Y el consumidor, gustosamente, lo compra.
Tal vez por status… placer… o felicidad. O tal vez por todo eso. Esa es la fórmula del éxito de los grandes vinos. El Opus One, claro está, no escapa de ella.