Algunas ancladas en monasterios, con recetas míticas y un savoir-faire ancestral; pero también están las que marcan tendencia a fuerza de acidez y fermentaciones espontáneas. ¿Planeando un viaje por Europa? Éstas son las cervecerías de Bélgica que hay que conocer.
Cantillon
Es mi recomendación número uno porque, cervezas así, no existen en ningún otro rincón del planeta. Cantillon es la referencia en materia de fermentaciones espontáneas, con estilos como lambics, gueuze, kriek y faro, siempre tan distintivas, ácidas e imposibles de replicar. Si bien se puede realizar un tour independiente, los tickets de la visita guiada cuestan 10 Euros y valen mucho la pena; el recorrido, de casi 2 horas, incluye degustación y puede abonarse directamente en su sitio web. Si el viaje es durante el verano europeo probablemente encuentren la fábrica trabajando a pleno con sus cervezas de frutas.
Rue Gheude 56 – Bruselas – www.cantillon.be
De Halve Maan
Propiedad de la familia Maes, y aún comandada por ellos, De Halve Maan es una parada obligada si visitan la hermosísima ciudad de Brujas. “Brugse Zot” es su marca más famosa, reconocida por el arlequín y esa copa tipo flauta en la que se suele servir, pero también la “Straffe Hendrik” es deliciosa. Ubicada en el corazón del pueblo, reciben visitas todos los días y el ticket convencional, que incluye una copa de degustación, tiene un costo de 12 Euros; además, organizan un recorrido un poco más extenso, con 3 cervezas para probar, por 21 Euros y con reserva previa. Una buena idea es llegar en el horario del almuerzo y comer algo en la taberna de la fábrica.
Walplein 26 – Brujas – www.halvemaan.be
De Koninck
De Koninck es otra de las grandes referencias cerveceras de Bélgica, fundada en 1833 y hoy propiedad del gigante local Duvel Moortgat. Un viejo edificio transformado en barrio, con restaurantes (estrella Michelin incluida), bares, panadería, chocolatería y carnicería dry-aged, con lo cual la experiencia del tour completo puede ocupar cómodamente unas 2 horas. Reciben visitas de martes a domingo de 10:00 a 16:30 y el ticket de acceso, que incluye degustación, tiene un costo de 14 Euros.
Mechelsesteenweg 291 – Amberes – www.dekoninck.be
Westmalle
Icono mundial, en la Abadía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Westmalle conviven monjes en retiro con las cervezas trapenses más famosas de la historia. Si bien la fábrica no puede visitarse por encontrarse dentro del convento, sí puede hacerse un recorrido por las afueras e, incluso, seguirlo online desde http://atww.be. Además, justo en frente se encuentra Café Trappisten: una suerte de bistró con comida rica (recomiendo probar las croquetas hechas con quesos del monasterio) y, claro, las cervezas de barril.
Antwerpsesteenweg 496 – Malle – www.trappistwestmalle.be
Huyghe
Incluso para el mundo especializado, probablemente la cervecería Huyghe sea básicamente reconocida por solo una de sus marcas: Delirium Tremens. No es fácil conseguir un lugar en la visita, y previamente hay que completar un formulario de contacto en el sitio web pero, con algo de suerte mediante, el tour (de 8 Euros) realmente es de lo mejor, con excelente material audiovisual que explica la historia de la casa y un lugar que sorprende por la calidad y calidez de su gente.
Geraardsbergsesteenweg 14 B – Melle – www.delirium.be
Chimay
Algo similar a Wesmalle, la fábrica que produce las reconocidas Chimay está dentro de las paredes de una abadía, con lo cual no se encuentran abiertas al público. Pero, sin embargo, la “Chimay Experience” es una forma de acercarse a la historia de la producción de estas cervezas (y quesos) trapenses. Acá las visitas auto guiadas cuestan 6,5 Euros, e incluyen una caminata a través de los jardines y el cementerio de la abadía; hay degustación también, claro.
Rue de Poteaupré 5 – Bourlers
Y además…
– Las cervezas de la Abadía de Westvleteren cargan el mito de ser las mejores del mundo, seguramente impulsado por el hermetismo de su elaboración, tras los muros de un claustro. La fábrica no puede visitarse y la venta de estas botellitas se realiza en pequeñas cantidades directamente al público. Si tienen suerte de visita a Bélgica, pueden comunicarse telefónicamente con la abadía (única forma de contacto) y suplicar unas botellas.
– Otras dos infaltables son Orval y Rochefort, ambas cervezas elaboradas dentro de monasterios y, por esto, inaccesibles sus instalaciones para el público. Pero que hay que probarlas, hay que probarlas.